WLw a batalla electoral previa a las elecciones legislativas del pasado 9 de marzo y la posterior crisis de liderazgo en el Partido Popular, saldada a favor de Mariano Rajoy en el congreso del pasado fin de semana, habían relegado a un segundo plano del debate las dificultades derivadas de un nuevo ciclo económico de vacas flacas caracterizado por la incesante subida del petróleo, el desplome de la construcción y venta de viviendas y las estrecheces de liquidez de las instituciones financieras.

De alguna forma, hemos vivido en un limbo en el que lo único importante parecía la pelea entre el PSOE y el PP. Ahora, por fin, las aguas vuelven a su cauce lógico y el debate político --y periodístico-- se centra en los aspectos que acucian a empresas, trabajadores y administraciones públicas.

Así, la oposición parlamentaria forzó ayer la comparecencia del presidente del Gobierno en el Congreso de los Diputados el próximo día 2 de julio para un pleno monográfico sobre la situación económica. Los socialistas pretendían que quien compareciera ante los diputados fuera el vicepresidente económico, Pedro Solbes, pero todos los grupos han querido solemnizar ese pleno con la presencia en la tribuna del presidente José Luis Rodríguez Zapatero y, de paso, desgastar al líder socialista en un momento de constantes datos adversos.

Los últimos fueron anunciados ayer por responsables gubernamentales. El ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, previó que la tasa de paro alcanzará el 11% --en lugar del 10% que se esperaba--; Solbes señaló que la economía no crecerá este año por encima del 2%, y que la inflación se mantendría en el 4%; el secretario de Estado de Hacienda, Carlos Ocaña, anunció que el superávit del Estado ha descendido un 80% en los primeros meses de este año con relación a los del 2007, y, finalmente, el gobernador del Banco de España, Miguel Angel Fernández Ordóñez, reclamó moderación en los salarios y en los beneficios empresariales para no alimentar la espiral inflacionista.

Todo ello conforma un panorama del que, aunque sea como consuelo, caben ser destacados varios elementos positivos. Primero, que el Gobierno sale de su atonía de los últimos meses y se anima a comunicar las malas noticias a los ciudadanos. Segundo, que la oposición de los populares entra de lleno en la refriega, una vez despejado el panorama interno y con Rajoy como líder. Y tercero, que ello contribuirá a que todos nos hagamos una idea cabal de hasta dónde llegará la riada de la crisis y cuándo empezaremos a remontar, que por los datos que han ofrecido los responsables del Ejecutivo no será demasiado pronto.