Afinales del siglo XIX se publicaba en Cáceres un semanario que se llamaba ‘El eco de la Montaña’. Soy aficionado a revisar estos viejos periódicos gracias a las hemerotecas virtuales con que contamos hoy día. Son una fuente interesantísima para comprender nuestro pasado y poder establecer comparaciones con el presente. En esta ocasión, les traslado algunas noticias que he recogido de ese antepasado de nuestra prensa actual.

Por ejemplo, en el día 16 de septiembre de 1898, se da cuenta del juicio que se seguía en el Juzgado de Alcántara, promovido por el párroco de Mata de Alcántara contra el médico del mismo pueblo «por no descubrirse al paso de la procesión del Santísimo Corpus Christi.» Entre los considerandos de la sentencia se argumentaba que al «permanecer en esa actitud (el médico), haciendo alarde y ostentación de tal irreverencia, no puede menos que herir los sentimientos Católicos de los asistentes a la procesión…». Finalmente se le condenaba a la pena de cinco días de arresto menor y veinticinco pesetas de multa. En este ejemplar se recogía también el ‘Plan de estudios de la Segunda Enseñanza’, equivalente a nuestro actual ESO y Bachillerato. Las asignaturas del primer curso eran: Doctrina Cristiana, Castellano, Geografía, Aritmética, Contabilidad y Gimnasia además de Fisiología e Higiene. En el 2º curso se estudiaba casi lo mismo, pero se suprimía la Gimnasia, se cambiaba la Religión por Historia Sagrada y se añadían Literatura Preceptiva y Dibujo. En total eran seis años de estudios comunes, y en los cursos siguientes se incorporaban otras materias como Francés, Matemáticas, Geometría, Física, Química, Zoología, Botánica y Agricultura, Técnica industrial y agrícola, Latín, Historia del Arte, Ética y Derecho usual…

DOS MUESTRAS de la publicidad de la época: un sastre, Jacinto García Romero, anunciaba que en su taller situado en el nº 24 de la calle Alfonso XIII (hoy Pintores) se cosían, «prendas militares para todos los Cuerpos y Armada» y además se confeccionaban «con todo esmero hábitos de Sacerdotes y togas para Magistrados, para lo cual cuenta con riquísimos merinos y elasticotines (sic) y todo lo que el buen gusto puede exigir.» Y justo en el ejemplar siguiente, del día 22/9/1898, se invitaba a beber cerveza, como ahora. Uno de los bares cacereños, casa Gabriel Gómez, la anunciaba así: «Por más que digan no habrá/ felicidad para España/ mientras no bebamos todos/ cerveza de Salamanca.»

En la misma página se publicaba una noticia sorprendente para la época, pues se había iniciado una especie de academia de mujeres toreras en la ciudad. El redactor, que firmaba con el seudónimo de Don Claro Firme de Veras, dejaba entrever un tomillo machista: «¡Recorcio! ¡Y qué divertiditas, remononas y valientes nos están saliendo las chicas cacereñas…! ¿A que no saben ustedes por qué les ha dado ahora a algunas de ellas? ¡Pues nada menos que por ser toreras…! ¡Olé ya, porque sí! ¡Pobrecicas…! Y ¿por qué no lo han de ser…? Es bueno que de todo haya un poquito. Lo peor es que son cortas, en número se entiende, las que hasta ahora están recibiendo lecciones. ¡Dios las coja en buena hora,,, Amén!»

Y más allá, se solicitaba una limosna para socorrer a un soldado procedente de la guerra de Cuba el cual «se halla enfermo y sin poder atender a su subsistencia ni a la de sus padres también enfermos y ancianos.» Acababa la petición con este llamamiento: «¡Ricos de la tierra! ¡Amantes de la Patria! ¡Una limosna, por el amor de Dios y de la Patria!»

Este semanario se vendía a cinco céntimos (de peseta) el ejemplar.

Estos apuntes de un par de días de aquel Cáceres de 1898 no constituyen demasiada información, pero quizá sirvan para que ustedes saquen una impresión de cómo éramos entonces y puedan juzgar si hemos progresado, si hemos cambiado radicalmente o si todavía hay parte del pasado que está entre nosotros.

*Catedrático de instituto jubilado.