Hay acuerdo en que los partidos políticos hablan poco de Europa y que la participación en la jornada electoral del próximo domingo va a ser baja, hasta el punto de que la incógnita es si superará el 40 por ciento (el 45 por ciento en el 2004).

La campaña electoral la dominan la polémica interna, las mútuas acusaciones de corrupción --el avión Falcon de Rodríguez Zapatero para compensar la trama Gurtel del Partido Popular-- y temas estrambóticos, como la afirmación del candidato popular Jaime Mayor Oreja de que es peor el aborto que el abuso de menores irlandeses por sacerdotes católicos.

Este bajo nivel es un problema de nuestra política desde que a mediados de los años 90 se recurrió a la crispación para echar a Felipe González.

Pero el predominio de la política interna y el desinterés por los asuntos europeos no es solo español. Una encuesta del rotativo Le Figaro muestra que más de la mitad de los franceses votarán pensando en Francia, y que el desinterés por las elecciones es creciente. A primeros de mayo lo confesaban el 52 por ciento, y la pasada semana ya eran el 57 por ciento. ¿Por qué este pasotismo por los próximos comicios europeos?

El retraso institucional hace que el Parlamento, que ha ganado poder, no tenga lo fundamental: elegir al Gobierno europeo. La Comisión es decidida por los los gobiernos nacionales de los 27 países.

Además, el futuro de Europa depende más del próximo referéndum irlandés sobre el Tratado de Lisboa que del 7-J. La ampliación ha diluido más la identidad europea, nunca muy fuerte. Y, como declara a Der Spiegel Martin Schulz, líder de los socialistas en el Parlamento europeo, "Europa se ha convertido en un muy intelectualizado asunto de especialistas". Que, además, solo puede avanzar con la complicidad transnacional de las dos principales fuerzas políticas, populares y socialistas, que se enfrentan en las fronteras nacionales.

Y estas elecciones tendrán lectura nacional. En España, la crisis y el voto de castigo gratis (José Luis Rodríguez Zapatero seguirá gobernando gane quien gane el próximo domingo) hace muy posible el triunfo de la oposición. Si esa victoria no se produce, o si es muy justa (un máximo del 2 por ciento, como dicen varias encuestas), el resultado podría complicar más la vida al Partido Popular que al PSOE.

Si, por el contrario, como señalan la encuesta del pasado 24 de mayo de EL PERIODICO y la de El País de ayer, el margen supera los tres puntos, el Gobierno tendrá serios motivos de preocupación y el liderazgo de Mariano Rajoy en el PP se habrá consolidado. Aunque las tasas de participación por debajo del 50 por ciento exigen siempre gran prudencia en el análisis de los resultados.