No, nada volverá a ser lo mismo después de esta pandemia, aunque en nuestro subconsciente subyaga la idea de volver a una normalidad pasada. Nuestros hábitos, nuestras costumbres y nuestra manera de vivir y pensar ya están cambiando no durante el confinamiento, para después del mismo, aunque no lo sepamos.

Los pilares de nuestra sociedad se han visto duramente afectados y especialmente Educación y Sanidad. Un aspecto positivo, si pudiéramos sacar algo positivo, es precisamente la relevancia, importancia y profesionalidad demostrada por nuestros docentes y sanitarios, no me cansaré de decirlo, y esa profesionalidad por fin revelada, merece por parte de nuestros dirigentes, igual trato de profesionalidad, respeto y sí, reconocimiento, a la figura pero también a las condiciones de trabajo y al fin último, que en mi caso serían los alumnos.

Hoy más que nunca, y desde ya, se debiera empezar a trabajar en la adaptación a una situación que pudiera no abandonarnos en mucho tiempo. La Educación necesita ser replanteada, a corto, medio y largo plazo.

La primera necesidad, urgente, sería establecer un protocolo sanitario exclusivo y adaptado al ámbito educativo y diferenciado por etapas, que no por edades, y que necesariamente pasaría no por modificar los espacios de las aulas pero sí el número de alumnos de las mismas, tanto en el aula propiamente dicho como en los espacios de uso comunes y servicios complementarios. La evidencia también nos ha demostrado lo absurdo de un currículo condensado y excesivamente encorsetado, cuando es la flexibilidad curricular, adaptando el currículo a las necesidades del alumno, la que garantiza un progreso óptimo. En referencia a esto, y ahora tan cuestionado, también nos hemos dado cuenta que las evaluaciones no tienen por qué ser exámenes tradicionales, calificaciones y medias aritméticas. También los materiales y las metodologías deben ser adaptados a esta nueva situación. Todo el alumnado, y el profesorado, deben disponer de soporte físico, ordenador, tablet, etcétera, y virtual, de conexión gratuita, así como de formación específica en TIC, pues sin ella un IPAD sólo serviría para cortar chorizo, sin olvidarnos de los contenidos curriculares en red.

Otro aspecto a tener en cuenta sería reorganizar la jornada lectiva, incluso la posibilidad, en su caso de la alternancia entre la asistencia presencial y online. También las familias y el resto de trabajos deberían racionalizar horarios y jornadas para poder hacer compatible todo esto. Del mismo modo ha quedado clara la importancia de potenciar la escuela pública como garante de desigualdades derecho a la educación.

Por último, y con especial relevancia para el próximo curso, se hace necesario dotar a los centros de la plantilla suficiente que permita desdobles y apoyos para reforzar los contenidos no impartidos, incluso a largo plazo, sumar a cada aula un docente específico para la enseñanza online. Y recuerden, los docentes están utilizando altruistamente sus conexiones y soportes informáticos, y muchos ampliando sus jornadas y horarios, por lo que será necesario adaptar derechos y obligaciones, retribuciones y reconocimientos. Reitero mi reconocimiento a esos héroes invisibles, nuestros docentes.

*Maestro.