WEw l informe anual dado a conocer esta semana por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sobre la enseñanza en los países que forman parte del organismo contiene, en lo que respecta a España, datos que pueden ser considerados ´agridulces´: por un lado, permiten hacer una lectura positiva de los progresos en esta materia, pero se acompañan de otros que inducen a lo contrario. En conjunto, y si se interpretan las cifras en clave de prospectiva, el realismo se impone al alborozo.

En la cuenta de los datos positivos hay que anotar que la población con estudios superiores ha crecido en España a un ritmo superior al del conjunto de la OCDE, hasta el punto de que el porcentaje de licenciados se ha situado por encima de la media de la Unión Europea. Otro elemento esperanzador es que las mujeres tituladas aumentan a un ritmo más alto que los hombres. El informe incluye un tercer apunte para la confianza: por vez primera desde que la OCDE efectúa este estudio, los datos indican que más de la mitad de la población española tiene estudios posobligatorios, es decir, de nivel superior a la ESO.

Estos parámetros, sin embargo, no pueden solapar otros que desde el punto de vista estratégico tienen más trascendencia. Por ejemplo, el del sempiterno fracaso escolar, que aquí se concreta en que el 26% de los jóvenes españoles que empiezan el bachillerato o la formación profesional no llegan a titularse, un porcentaje 14 puntos superior a la media europea. Una consecuencia derivada de esta anómala situación es que el 14% de la población española de 16 a 24 años no estudia, --ha tirado la toalla-- ni trabaja, por efecto combinado del paro y la falta de preparación. El informe también pone de manifiesto que es en el segmento de la formación profesional de grado medio donde más se nota el desajuste entre el sistema educativo y las necesidades del mercado laboral, que frecuentemente debe recurrir a mano de obra especializada proveniente de otros países. Y es que todavía, en amplios sectores de la sociedad española, está lamentablemente arraigada la creencia de que la formación profesional es educación de segunda categoría, lo que constituye un error que implica desperdiciar la posibilidad de las buenas oportunidades de empleo que depara el futuro.

El ministro de Educación, Angel Gabilondo, ante este informe, ha puesto de relieve la importancia de la educación para establecer un nuevo modelo de producción más equitativo y sostenible y ha recordado la relación directa entre educación y empleo. Una obviedad que, sin embargo, no está de más recordar en tiempos de aguda crisis. Porque en definitiva, los estudiantes de hoy serán mañana empleados eficientes o personas con difícil ubicación en el mercado laboral.