La consejera de Educación, Eva María Pérez, anunció el pasado viernes una batería de medidas para mejorar la Educación en la región, entre las que se incluyen algunas que pretenden hacer frente al fracaso escolar, que sin ser catastrofistas puede considerarse uno de los problemas estructurales de Extremadura y que más atacan la igualdad de oportunidades, por cuanto es imposible que una sociedad progrese si un tercio de su juventud no llega alcanzar siquiera la titulación escolar básica, que son los dos ciclos obligatorios, o si la mitad de los alumnos de 15 años, que teóricamente afrontan el tercer curso de la Secundaria, ha perdido ya el paso y van con retraso. Este colectivo siempre quedará rezagado en el camino por alcanzar condiciones laborales que le permitan disfrutar de sus derechos como ciudadano en las mejores condiciones posibles.

Pérez anunció que todos los alumnos de Secundaria con riesgo de suspender podrán recibir clases extra en el último trimestre, por las tardes, en el mismo centro e impartidas por profesores del centro. La medida está bien dirigida y es bienintencionada --y tanto, la Junta se compromete a sufragar los gastos de manutención y transporte, si los hubiere--, pero tiene un punto débil: esas clases son voluntarias y previas a la firma de un pacto centro educativo-familia del alumno. La voluntariedad de estas clases puede explicarse porque están fuera del horario lectivo común, pero no resiste ante el enfoque de que los centros tienen la obligación de poner los medios a su alcance con el fin de que todos los alumnos logren adquirir los conocimientos necesarios para superar los cursos. En muchas ocasiones, el fracaso escolar no es más que el reflejo de la escasa importancia que en el seno de la familia del alumno se da a la instrucción. Si las clases extras que, con esfuerzo, pone el centro a disposición de esos alumnos son rechazadas por éstos sin que nadie oponga razones, la medida puede tener un éxito limitado.

Por otro lado, las clases de refuerzo son un modo de abordar la ´enfermedad´ del fracaso escolar, no un programa preventivo. Y es ahí donde es preciso volcar los esfuerzos. Extremadura es la región española que más invierte en educación en relación a su producto interior bruto (3.600 euros por alumno, un 25% del gasto público), y sin embargo los resultados no están en consonancia con ese esfuerzo: seguimos estando por encima de la media en todos los parámetros que tienen que ver con el fracaso: abandono, tasa de repetición, tasa de escolarización entre los jóvenes que cursan educación no obligatoria... Ante esta situación, una pregunta obvia es si el esfuerzo inversor está bien orientado y si ha servido para reducir el fracaso. La respuesta es que sí ha servido, puesto que en una década el abandono prematuro ha bajado del 50% al 36%. Pero ese dato es solo parte de la respuesta: el resto es que ha servido, pero no lo suficiente. Y en este sentido cabe preguntarse si los programas de dotación tecnológica de los centros --el célebre ´un ordenador por cada dos alumnos´, que en los próximos años será ´uno por cada uno´ según lo anunció la consejera-- están dando los resultados esperados o mejor hubiera sido poner el acento en fórmulas clásicas, como dotar a los centros de más laboratorios, aulas experimentales, de idiomas, etc. y reducir la ratio de alumnos por profesor.