XPxartiendo de que hoy no es fácil educar a la persona, ni nunca lo fue, pero quizá hoy sea más difícil, ya que los rasgos que se valoran en la sociedad actual ponen de relieve un tipo de hombre que siente pasión por la eficacia, la productividad, aspiraciones que pueden ocultar en el ser humano la incapacidad de enfrentarse y afrontar el cultivo de otros valores. Ante esta realidad en la que se mide al ser humano por lo que posee, o por lo que puede hacer, y no por su valor inherente al hecho de ser persona, el educador o educadora ha de acometer la ambiciosa y novedosa tarea de realizar una intervención cuyo centro sea el individuo.

Es importante educar para la vida, y la vida no solamente es placer. El educador o educadora tiene que tener buena predisposición afectiva, capacidad de empatía, y debe transmitir a los chicos y las chicas que les queremos, que se pueden sentir apoyados..., esto es requisito indispensable en la educación general. El educador o educadora ha de ser, por tanto, una persona íntegra, fuerte, cercana, realista, madura... Tiene que ser un ser empático.

Viviendo en el mundo de la operatividad, nos puede llegar a ser fácil orientar nuestra labor a hacer muchas cosas, a enseñar muchas materias o destrezas muy útiles, o muy interesantes, pero el educador o educadora, en ningún momento puede olvidar cuál es el centro de su labor. Freire reclama una "Educación del Yo me maravillo y o sólo del Yo hago". Una educación que enseñe a la persona a ser persona, a sentir, a disfrutar de las cosas que la naturaleza nos ofrece gratuitamente, a escuchar al vecino, al anciano o al niño, o a uno mismo... Un educador o educadora que precisa de un trabajo permanente, íntimo y personal, que siempre ha de interpelarse, de cuestionarse, de evaluarse.

El ser educador o educadora implica un estilo de vida, para el cual hay que llevar a cabo un trabajo personal constante, tanto de formación como de maduración, con todo lo que ello conlleva. Y así, con profunda creencia en el hombre y en la posibilidad de cambio de la realidad, ha de cambiar el educador o la educadora, porque, como afirma Freire, somos andando.

*Sacerdote