Un día más. El machismo nunca ha formado parte del pasado, ni siquiera es un fantasma que se manifiesta en ocasiones. Le ha puesto rejas, jaulas y telones que lo encubren. Tenemos la falsa creencia de que un conjunto de palabras en forma de leyes será capaz de neutralizar al monstruo. Nos sacudimos la conciencia frunciendo el ceño cuando nos informan que hoy se ha esfumado una vida más. Pero eso solo es la parte visible del iceberg. Mientras, seguimos aceptando de forma tácita los disfraces y caretas que el machismo ha tenido que ponerse para perdurar. Una sociedad que señala el maltrato pero consume la base que lo sustenta. La publicidad, la música o la televisión están impregnadas de sexismo y presentan una imagen de la mujer cosificada, un objeto hipersexualizado. Aplaudimos como bobos cuando se publica la noticia de que hay más mujeres en el Congreso, obviando lo terrible que supone que eso sea noticia y no el pan de cada día. Nos resulta rutinario escuchar esos vulgares piropos por la calle sin pensar que son una forma de acoso. Hay miles de ejemplos. Mientras, en los colegios no existen recursos educativos sólidos para fomentar la igualdad basada en el respeto, no entre géneros, sino entre personas. No solo hemos comprometido el presente, sino que seguimos comprometiendo el futuro. Pero, ¿qué da más? Hoy es un día más.