Las revelaciones sobre el espionaje masivo llevado a cabo por Estados Unidos de las instituciones y los países europeos han desatado lógicamente la indignación de las víctimas de la profunda mirada intrusiva del gran hermano. La Unión Europea (UE) como institución, y los países que forman parte de ella a título individual, han sido y siguen siendo fieles aliados de EEUU.

La lealtad de Europa a Washington ha sido y es tal que en ocasiones ha cedido a sus exigencias cerrando los ojos, los oídos y la boca a peticiones que, de hacerse públicas, nunca habrían sido aprobadas por la ciudadanía. Por ejemplo, los vuelos secretos de la CIA (más de mil, algunos de los cuales pasaron por España) y las cárceles también secretas (Lituania, que ayer asumió la presidencia semestral de la UE, albergó algunos de estos centros, aunque no fue el único país europeo en hacerlo).

Asimismo, la UE está renunciando a lo que considera el derecho a la intimidad en el caso de los movimientos bancarios y facilita información a EEUU. Y ha tenido que aceptar una legislación muy light sobre la protección de datos para satisfacción de los gigantes estadounidenses de la informática. Por todo eso, saberse espiado cuando se es un aliado tan dispuesto a colaborar indigna. Sin caer en la ingenuidad, lo normal entre aliados es intercambiar información, no fisgonear por los despachos.

La gran justificación para tales intromisiones ha sido la llamada guerra contra el terror. Se nos dice, aunque no hay forma de comprobarlo, que el espionaje ha abortado atentados y complots, pero el carácter tan masivo del espionaje y los objetivos espiados permiten dudar de que el terrorismo sea la única razón. Las explicaciones dadas ayer mismo por el secretario de Estado, John Kerry, y el propio presidente Obama rayan el más puro simplismo.

La UE y EEUU deben empezar la próxima semana las negociaciones para un acuerdo de libre comercio que creará la mayor zona comercial del mundo e impulsará la industria a uno y otro lado del Atlántico. En cualquier negociación entre amigos hay un elemento indispensable, y es la confianza más allá de que cada uno defienda sus intereses. El escándalo del espionaje la ha deteriorado gravemente. Europa y EEUU todavía se necesitan y no se van a dar la espalda, pero pasada la indignación quedará la desconfianza.