Los artefactos eran artesanales y de escasa potencia, pero dejaron tres muertos, más de 150 heridos, una sensación generalizada de inseguridad y una polémica política poco digna en unos momentos de duelo sentido a lo largo y ancho de Estados Unidos.

Un maratón es una actividad deportiva, pero también ciudadana y festiva pese a la dureza de la prueba, que convierte una urbe en un gigantesco estadio. El maratón de Boston tiene una larga historia y en la edición de este año participaban 35.000 corredores. Los atentados del lunes han recordado a los estadounidenses que la seguridad total no existe.

El atentado terrorista de Oklahoma en 1995, en el que perdieron la vida 168 personas y que fue perpetrado por un estadounidense contrario a las prerrogativas del Estado federal, no transmitió a la ciudadanía sensación de vulnerabilidad. Sí lo hicieron los atentados del 11-S. Fue entonces cuando EEUU perdió la inocencia y descubrió que la primera potencia del mundo podía ser muy frágil en la defensa de la integridad física de sus ciudadanos y sus bienes. Ha pasado más de una década. En nombre de la seguridad se adoptaron medidas --y no solo en Estados Unidos--, muchas de las cuales han entrado en colisión con derechos humanos fundamentales, y el país ha lanzado dos guerras en la llamada lucha contra el terror.

A falta de información sobre el autor o autores de los atentados, muchos medios estadounidenses, en especial las cadenas de radio y televisión, se han lanzado a la especulación irresponsable basada en los peores prejuicios. Entre la muy polarizada clase política, que últimamente se ha movido hacia un acercamiento de posiciones en cuestiones como el control de armas o la inmigración, se han oído voces que cuestionan las políticas de recortes y están a favor de poner la seguridad en primer lugar.

Por su parte, la ausencia de resultados de la investigación coloca al presidente

Obama en la difícil situación de no poder dar explicaciones sobre una acción terrorista que lo primero que genera es inseguridad. En sus dos comparecencias ha medido al milímetro sus palabras, pero para la ciudadanía esta precaución no basta. Sin embargo, en estas horas la investigación tiene que seguir su curso. Lanzar polémicas estériles y con poca base solo beneficia a quienes buscan con la violencia terrorista una reacción desproporcionada.