Uno de los rasgos que distinguen a esta crisis económica global de cualquier otra anterior es su retransmisión por televisión minuto a minuto a todo el planeta: desde la caída de Lehman Brothers, hace 10 meses, hasta la última medida anti-crisis de Barack Obama . Desde la quiebra de Islandia a las intervenciones de bancos en el Reino Unido. Cada cifra, cada dato, cada imagen de la hecatombe económica que sacude al mundo está en las televisiones de cualquier rincón por remoto que sea a cualquier hora. Hemos contado que está paralizada la producción, que no navegan los barcos de mercancías, que no fluye el crédito, que sube el paro, que no hay trabajo, que no hay trabajo, que no hay trabajo-

Bien, pues parece que nada de eso disuade a las decenas, centenares o miles de personas --nunca lo sabremos-- que, puestas a elegir entre el hambre y la crisis, se quedan con la crisis. Esta semana de buen tiempo y calma chicha en la mar está siendo particularmente dura en la costa española. En pocas horas 54 argelinos llegaban en patera a Murcia, 38 magrebís a Almería y 17 a las costas de Tarifa. Y en Barbate (Cádiz) siguen recuperando cadáveres de una patera estrellada contra las rocas de la costa con no se sabe cuántos desaparecidos. Y esto es lo que sabemos. De los que se quedan en el trayecto atrapados en los engaños de las mafias, los golpes de mar o las coordenadas equivocadas, nadie tiene la cuenta.

O sea, que el efecto llamada está allí, en la hambruna permanente, en la sequía, en la crisis crónica, en el expolio histórico. Cuando se realizó en España la última regularización masiva de inmigrantes, en el 2005, hablamos hasta la saciedad del efecto llamada. Parecía que cada africano con dificultades se levantaba por la mañana a consultar el Boletín Oficial del Estado, y, con él bajo el brazo, planificar el salto del Estrecho. Ya ven, por los mismos canales de televisión salían aquellas noticias que estas otras que hablan de que se acabó la fiesta e incluso de que se incentiva la vuelta de los inmigrantes a sus países de origen. Pero debe ser que el hambre es todavía peor.