El efecto Sánchez alcanza a todo el Gobierno. Si hay que mentir, se miente, si hay que engañar se hace, a cualquier precio porque la mentira, el engaño, la falacia son las herramientas que utilizan para mantenerse en el poder.

Por eso, los ministros de Sánchez, permeables al mandato, han ido ejecutando al pie de la letra cada una de las acciones necesarias para cumplir el objetivo. Recordamos todavía el arsenal de enredos de Ábalos y la vicepresidenta venezolana, asunto del que nada más se supo por efecto de la pandemia. Ahora le ha tocado el turno a Grande-Marlaska quien, ante la judicialización de la gestión del Gobierno de esta crisis sanitaria, ha pretendido interferir en las órdenes judiciales y, como un niño pequeño cuando se le pilla en una travesura, miente para protegerse, aunque en este caso era innecesario, porque todos sabemos que aquí no dimite nadie.

El coronel Pérez de los Cobos fue destituido de su cargo como jefe de la Comandancia en Madrid a finales de mayo por cumplir las órdenes de la juez que instruye el caso y negarse a informar al ministro de la investigación que llevaba a cabo la Guardia Civil sobre la manifestación del 8 de marzo y sus efectos en la salud de los españoles. Él sí es un hombre de honor que sabe cuáles son sus deberes consigo mismo y con los demás.

Cuando saltó la noticia, Grande-Marlaska lo negó todo; una, dos, tres veces, las que hicieron falta, mintiendo en el Congreso y en el Senado; sus años de juez no importaban, su prestigio personal y profesional, tampoco. Quería convencernos de que se trataba de una reconfiguración de su equipo, que nada tenía que ver con esa investigación de la Guardia Civil y para darle más énfasis, dijo textualmente «no conjugaría nunca la palabra injerencia» (¡pues claro, no es un verbo, ministro!). Poco después, se conocía un documento del propio Ministerio del Interior en el que se admite que se destituyó al coronel por «no informar del desarrollo de investigaciones y actuaciones de la Guardia Civil» y, como quedó totalmente descubierta la injerencia, Marlaska sacude a un lado y otro para echar la responsabilidad al secretario de Estado, mientras que Margarita Robles (no olvidemos la naturaleza militar de la Guardia Civil) se lava las manos diciendo que no conoce el caso y que no opina.

Hace años, cuando él era juez en activo, leí una entrevista suya. Hablando de que las presiones no le afectaban, decía que «Yo no me perdonaría dictar una resolución con la que no estoy conforme». Pues desde que es ministro, su escala de valores ha cambiado bastante; si no fuera así, dimitiría. Pero no lo hace, ni Sánchez tampoco lo cesa porque anda ocupado en otros asuntos más importantes para él: creando un cargo público para su mejor amigo.

*Ingeniero técnico agrícola y diputada del PP.