El sector del transporte de la UE es el responsable del 21% de las emisiones de gases de efecto invernadero, que contribuyen al calentamiento global. El 98% del carburante necesario para el funcionamiento de los transportes procede del petróleo o de otros combustibles fósiles. Se calcula que dentro de unos 20 años se acabarán las reservas petrolíferas de la Tierra y, por tanto, las actuales políticas energéticas tendrán que diversificar las fuentes de energía, necesarias para reducir las emisiones de gases y para mantener el sistema de la sociedad consumista, muy dependiente del petróleo. Ante un problema tan evidente de carencia de recursos debido a la explotación masiva, la UE propone que los camioneros usen agrocombustibles. La mitad del abastecimiento de agrocombustibles para cubrir la demanda saldrá de los países del Sur, debido principalmente a sus bajos costes de producción. En este sentido, el Protocolo de Kioto tiene un papel fundamental como incentivo de los cultivos de agrocombustibles. El problema es que las semillas transgénicas no se pueden reproducir naturalmente, y el mercado que las rodea fomenta el poder de los monopolios. Las consecuencias de los extensos monocultivos se manifiestan también en la pérdida de fertilidad del terreno, con daños en la biodiversidad local y los subsiguientes desplazamientos de la gente, que no tendrá acceso a alimentos. Los agricultores corren el riesgo de cultivar aquello que tiene demanda económica en vez de aquello con lo que dar de comer a sus familias. Además, habrá una gran tala de árboles para plantar los monocultivos con que se producirán los agrocombustibles.

Alessandro Meluni **

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