La lamentable maniobra de desinformación montada por el Gobierno de José María Aznar sobre la autoría del terrible ataque terrorista del 11 de marzo en Madrid ha dejado de manera injusta en un segundo plano la eficacia de las fuerzas de seguridad del Estado. Los investigadores han sabido acumular pistas en muy pocas horas y han conseguido poner en manos de la justicia a varios sospechosos de haber intervenido en el cruel ataque de los trenes de cercanías. La eficiente respuesta policial era especialmente importante en este caso, precisamente por la confusión inicial sobre la autoría del atentado. La ciudadanía, conmocionada, necesitaba saber quién lo hizo y cómo pudo ocurrir. Pasados 11 días desde el ataque, muchas incógnitas han sido ya desveladas.

La solvencia de los mandos españoles de la lucha antiterrorista queda fuera de toda duda. A pesar de sus responsables políticos y a pesar de la carencia de agentes de policía preparados para la difícil tarea de controlar y combatir el terrorismo de grupos fundamentalistas islámicos. Un error de previsión en el que también incurrió Estados Unidos antes de su 11-S, pero que más de dos años después, y con las amenazas que pesaban sobre nuestro país, es más difícil de justificar.