Para los Hermanos Musulmanes, o les devuelven la legitimidad que les dieron las urnas y el golpe de Estado les arrebató o están dispuestos a ir al martirio. Para la juventud revolucionaria de Tamarrod, o se nombra primer ministro a Mohamed el Baradei o nada. Para los ultraconservadores del salafista Nur , que se sumaron al golpe de Estado y son la segunda fuerza política, ni hablar de El Baradei.

Mientras, se suceden las detenciones de miembros de la cofradía religiosa ahora acosada, hay un goteo de muertos, aparecen indicios de violencia contra las minorías, se suceden incidentes protagonizados por yihadistas en la península del Sinaí cerca de la frontera con Israel, y la calle sigue tomada por partidarios y detractores del depuesto Mohamed Mursi . Cuando han pasado cuatro días desde el golpe militar, la situación en Egipto se está deteriorando sin que prospere la promesa de una rápida restauración del orden que hizo el Ejército la noche del pasado miércoles.

Las Fuerzas Armadas parecen haber adoptado la siempre funesta táctica del cuanto peor, mejor, dado que no parece creíble que su responsable, el general Abdel Fatah al Sisi , actuara de forma improvisada, sin un plan establecido para los días posteriores al golpe.

A diferencia de la ocupación de la plaza Tahrir, en el 2011, cuando los egipcios luchaban unidos por el objetivo de poner fin a la autocracia que encabezaba Hosni Mubarak , hoy empiezan a pelear unos contra otros, despertando muchos temores. Cada hora que pasa hay mayor similitud con lo ocurrido en Argelia a principios de los años 90, que derivó en una guerra civil.

Es responsabilidad del Ejército devolver la calma a la calle y acelerar un proceso, aunque esté viciado de origen, hacia la restauración de un orden democrático. De no seguir esta senda, la alternativa es la violencia que puede fácilmente tomar la forma yihadista.

Ante esta situación, causa estupor la actitud de EEUU, pensando si debe seguir financiando a un Ejército golpista, y la de la Unión Europea, sumida en un silencio vergonzoso sin atreverse a hacer un llamamiento a la cordura.

Egipto, con 85 millones de habitantes, es el país árabe de mayor peso en Oriente Próximo. Cuanto allí ocurra tendrá una influencia determinante en la zona como así ha sido desde los tiempos del coronel Gamal Abdel Naser, en los años 50.