TLtas palabras, en ocasiones, dependiendo de los intereses de partida, en lugar de desvelar la realidad, edificarla y construirla, la ocultan. Dicen menos de lo que callan, la disfrazan, la distorsionan, la manipulan y la reformulan. Un no decir que hace, que por omisión crea un vacío capaz de adquirir la forma que el emisor desea producir. Una mentira que no es lo contrario de la verdad, pues sería identificable, si no su simulación, mucho peor, pues despista y desorienta, alejando el foco de atención del verdadero problema. En la actual crisis económica que vivimos esta estrategia se está imponiendo de manera tan aplastante que últimamente pienso que soy el responsable de todo lo que está ocurriendo. Pues si los grandes bancos no saben qué ha sucedido, si ellos no han intervenido en el desastre pero están participando en su solución, si los responsables de las empresas no han repartido los beneficios por no darnos preocupaciones en qué gastárnoslo, pero sí las pérdidas para sentirnos miembros activos y considerados de las corporaciones; si se despide a los empleados pero los campos de golf no están vacíos; si el modo de vida de un sector no cambia pero la vida de los otros sectores se dilapida, algo no me han contado o me lo han contado al revés. Y claro, uno que es sensible a las ausencias comienza a pensar, debe ser un trauma infantil, que al no haber responsables de la debacle el responsable debe ser uno mismo, pues al mirarme al espejo al único que veo es a mí, quizá soy un poco egocéntrico, o tal vez cuando las cosas se ponen oscuras los que cobraban el recibo de la luz desaparecen, con la bombilla, el interruptor y el cable, pues eran suyos, claro, y ofrecen más oscuridad en la oscuridad, para volver disfrazados en unos meses con más luz, que pagaremos más cara, para volver a empezar. Qué divertido.