WAw finales de los años 80 y principios de los 90, ETA desarrolló una oleada de atentados en nuestro país y se ensañó especialmente con Cataluña en busca de un mayor efecto propagandístico de sus acciones criminales dada la proximidad de la cita olímpica de Barcelona 92. Fruto de esa vesánica estrategia fueron, por ejemplo los atentados de Hipercor en 1987 (21 muertos), Sabadell en 1990 (6 muertos) y Vic en 1991 (10 muertos). En cierta forma, la herida social que dejó este último, que tuvo por objetivo la casa cuartel de la Guardia Civil en la capital de Osona, no empezó a cicratizar hasta ayer, 18 años después, con la colocación de una placa en el lugar de los hechos. Casi dos décadas de espera para llevar a cabo esa mínima reparación hacia las víctimas es sin duda un periodo excesivo, pero más vale tarde que nunca.

Vic se une así a las muchas localidades españolas, también en muchos municipios de Extremadura se han producido, que han dedicado algún monumento o calle a las víctimas del terrorismo. Desde aquel sangriento jueves 29 de mayo de 1991, nada en el solar en el que se alzó el edificio atacado con 70 kilos de amonal recordaba a quienes allí perecieron a manos de ETA. La comparación puede parecer inadecuada, pero ese prolongado desinterés ha contrastado con la celeridad con que el Ayuntamiento de Vic decidió en octubre del 2007 dedicar una calle a Lluís Maria Xirinacs, fallecido dos meses antes y que compatibilizó su condición de singular activista por la paz con algunas expresiones de comprensión hacia ETA. Sin entrar a considerar la conveniencia de esa iniciativa municipal en favor del controvertido exsenador, la placa ahora descubierta significa una muestra de sentido común.

Finalmente, el acto de homenaje de ayer estuvo organizado conjuntamente por el ayuntamiento (donde gobierna un cuatripartito formado por CiU, PSC, ERC e ICV), la Generalitat, el Ministerio del Interior y la Associación Catalana de Víctimas de Organizaciones Terroristas y contó con el presidente Montilla y el ministro del Interior, Pérez Rubalcaba como protagonistas destacados. Los ausentes, en una decisión de última hora, fueron los sindicatos policiales, quejosos por lo que consideraron claro sesgo partidista del acto y la presunta exclusión de la llamada sociedad civil. Es una medida que hay que respetar, pero que ha impedido una visualización completa de la imprescindible unidad contra el terrorismo. En cualquier caso, lo que importa es que ayer en Vic se hizo, aunque con retraso, un necesario ejercicio de decencia y memoria histórica. Una memoria histórica que coincide con el logro de Rubalcaba después de que Interior haya desbaratado un plan de fuga de presos etarras de la cárcel de Huelva.