El fenomenal éxito que obtiene en todo el mundo la novela El código Da Vinci ha encendido una luz de alarma entre los miembros de la jerarquía de las iglesias cristianas estadounidenses, que han puesto en marcha una campaña de publicaciones, conferencias y sermones para desacreditar el libro. La trama de la novela --pues conviene no olvidar que es una ficción-- cuestiona el dogma de la naturaleza divina de Jesús. Consciente del impagable poder publicitario de un movimiento de contestación como el que se ha desencadenado, el autor del libro, Dan Brown, ha optado por no dar respuesta a las acusaciones, que incluso llegan a decir que la novela está vinculada a una supuesta conspiración para socavar los cimientos de la fe cristiana.

Esa persecución contra un libro puede parecer algo menor, pero tiene mucha importancia. Supone el relanzamiento agresivo de un pensamiento oscurantista, casi medieval, que se considera obligado a combatir el efecto supuestamente pernicioso de una obra de ficción. En el fondo, quienes ven en la imaginación de este novelista de éxito una amenaza a la fe, lo que tienen es muy poca confianza en la solidez de las creencias de su gente.