Por fin se han aclarado las cosas. Por fin sabemos que la verdadera realidad nacional de Andalucía es que dos de cada tres andaluces pasan del nuevo Estatuto. Visto lo visto el domingo en el referéndum, a la vista está que el Estatuto es una construcción política ajena a la percepción del grueso de los ciudadanos andaluces. Quienes lo han impulsado --al rebufo del Estatut catalán-- Manuel Chaves del PSOE en primera instancia y Javier Arenas del PP, después se han dado de bruces con la realidad. La escasa participación no resta legalidad al resultado, pero es causa de anemia en términos de legitimidad. El nuevo Estatuto ha sido un producto político artificial, ajeno al sentir y al exigir del pueblo; construido al margen de los problemas reales de la gente; hecho a la medida de un clase política que vive de la política y cuyo principal afán es perpetuarse en ella. El domingo, los ciudadanos les han dicho lo que pensaban respecto de su último invento.

Con semejante resultado, el nuevo Estatuto nace cojo, aquejado de una cojera política que no podrá disimular la patética y engañosa fórmula de presentar el resultado del referéndum. Me refiero al abrumador triunfo del , con el que algunos medios saludaban a sus telespectadores --despreciando la inteligencia del personal--. El desdén que han demostrado la mayoría de los andaluces por el último juguete de su clase política, es un mensaje que debería hacer reflexionar a Manuel Chaves. A Chaves y también al presidente del Gobierno de España, el señor Rodríguez Zapatero quien, en última instancia, ha sido el impulsor de reformas que nadie reclamaba quizá porque nadie echaba de menos. Tan es así que si se descuidan, el nuevo Estatuto de Andalucía acaba teniendo más artículos que votos.

*Periodista