Nunca podía imaginar que una película me iba a dejar tan consternado como lo hizo la otra noche: El diario de Ana Frank . Hace tiempo que había leído el libro y pensé que estaba preparado para tan fatal desenlace. Pero estaba equivocado. Al final de la película, cuando los nazis entran en el escondrijo donde está con su familia, y aparece Ana Frank en primer plano invadida por el nerviosismo, temblándole la mano, de tal manera que ni siquiera es capaz de abrocharse la hebilla de su zapato, totalmente estremecida por el infierno donde la llevaban. Entonces se me vino el mundo abajo. Sentí una lástima casi inexplicable. Ni siquiera conseguí dormir bien durante toda la noche. Una joven tan avispada, tan preparada, con toda una vida por delante, era oprimida, eliminada, asesinada por un tirano, que arrastraba a miles de fanáticos.

Ya ha pasado mucho tiempo, pero, ¿cuántas Ana Frank puede haber escondidas en los guetos que, por desgracia, aún existen?

Antonio Martín Alegría **

Badajoz