Al poco tiempo de ser elegido alcalde tuve la oportunidad de tomar un café con Helga de Alvear. Teníamos varios asuntos pendientes entre el Ayuntamiento y la Fundación, además de muchas ganas de conocernos. En mi caso, por razones obvias: su trayectoria le precede y su aportación a esta ciudad es incalculable. Y creo que ella quería tantear hasta qué punto el nuevo alcalde tenía interés en este proyecto. La reunión fue bien y terminamos hablando de la importancia de conseguir que cualquiera se sintiese llamado a cruzar sus puertas, que a través del Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear pudiésemos acercar el arte a los diferentes estratos sociales y que en sus salas los niños y niñas descubrieran un lugar donde crecer libres, creativos y felices.

Reside ahí el gran reto de este proyecto: conseguir que este museo, que atraerá a las élites mundiales del arte contemporáneo, no sea elitista. Que sea de Cáceres y del mundo, de Pizarro, de Camino Llano y de Aldea Moret, de cada vecino y de cada vecina, de cada ser humano que quiera acercarse a esta enorme obra que los extremeños hemos construido y Helga ha llenado con su generosidad y el trabajo de toda una vida.

El Museo cambiará la fisonomía de Pizarro y de Camino Llano, propiciando otra entrada a la Ciudad Antigua. Además, estamos frente a un espacio que lanza a Cáceres al exterior y sobre el que podemos pivotar una nueva mentalidad de ciudad. Un eje fundamental, el de la cultura y el del arte, sobre el que vertebrar nuestro futuro y sobre el que plantear nuestro modelo para las próximas décadas. Debemos alimentar que en torno a este museo surjan nuevos exponentes culturales o turísticos que ayuden a la dinamización del sector y a construir y fortalecer un sector productivo que sea el que realmente necesitamos.

Este nuevo hito, posiblemente el más importante de la cultura cacereña desde la declaración de la ciudad como Patrimonio de la Humanidad, se da en medio de una pandemia. No se me escapa que eso también, más allá de las dificultades y de los contratiempos que ha supuesto, debemos plantearlo como una oportunidad. Porque habrá muchas pequeñas inauguraciones durante un largo periodo de tiempo. Porque muchos amantes del arte contemporáneo mundial lo irán visitando poco a poco, cuando su agenda y la situación sanitaria se lo vayan permitiendo. Seremos lugar de visita y casi me atrevería a decir de peregrinaje de artistas, responsables de museos y referentes del sector. También incorporamos un nuevo atractivo para las visitas turísticas que poco tendrá que envidiar a otros espacios museísticos de nuestro país o de Europa. Un lugar donde poder ver, entre otros, a artistas de primera línea como AiWei Wei, Louise Bourgeois, Olafur Eliasson o Helena Almeida.

Escribo esta tribuna desde el Hospital Universitario de Cáceres, donde me recupero desde hace unos días de una infección de garganta que se ha complicado un poco y que me ha hecho perderme la inauguración del museo. Sin embargo, lo hago agradecido porque nuestra ciudad al fin haya vivido un día tan importante y lo haya hecho en un momento en que tanto necesitamos buenas noticias. Los agradecimientos serían eternos, pero qué duda cabe que este es ya el museo de Helga, de José María Viñuela, de José y de Toño, Ibarra, de María Jesús Ávila, de Vara, de Paco Muñoz, de José María Saponi, de Carmen Heras y de una inmensa lista de personas que lo han impulsado desde lo público y desde lo privado.

Ahora enfrentamos el reto de conseguir que el Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear se convierta pronto en «el Helga», el museo de Cáceres, de Extremadura y de todo el que busque un espacio seguro y tranquilo para disfrutar del arte contemporáneo.

*Alcalde de Cáceres