ETA se ha convertido en el lado oscuro de la fuerza de Rodríguez Zapatero ; el proceso de paz ha pasado de ser el objeto de deseo del presidente a convertirse en su factor de debilidad. Lo ocurrido es muy sencillo: ETA, al observar el entusiasmo de Rodríguez Zapatero por un final negociado, ha optado por apropiarse de su agenda política y amenaza con convertirse en la pesadilla del Gobierno. Todo empezó con una sensibilidad excesiva hacia los enormes síntomas de debilidad de ETA. En Moncloa confundieron la extenuación del terrorismo con una voluntad de negociar su integración en el sistema. Se ha demostrado que una cosa no conduce exactamente a la otra.

La bomba de Barajas fue un escalón más en la estrategia de tensión de ETA. La progresión fue claramente perceptible: kale borroka, ocupación de espacios políticos, con una legalidad de hecho que aliviaba a Batasuna el cumplir la ley de partidos, robo de pistolas en Francia... En esa graduación de la presión, la explosión de Barajas fue un sondeo más del aguante del Gobierno. Ahora, el próximo paso que se espera es un nuevo comunicado de ETA. Si se le da crédito, solo se reiterará el mensaje de que nada de lo que hagan los terroristas es irreversible. Lo dramático de la situación es que, manteniendo el terrorismo como centro de la agenda política, tanto el PP como ETA --salvando las distancias-- consiguen la máxima rentabilidad para sus intereses. Y el Gobierno es prisionero de esa pinza. La trampa tiene un episodio inmediato en la presentación de las candidaturas a las elecciones municipales; Arnaldo Otegi ha lanzado su órdago: "Sin la presencia de Batasuna en la urnas no habrá proceso". Todavía no se ha oído la única respuesta posible a esa bravuconada; o, mejor dicho: todavía tiene más fuerza mediática el envite de Otegi que la respuesta del Gobierno. El PP espera que Zapatero consienta la presencia de Batasuna en las elecciones sin condenar la violencia. O, por lo menos, espera que parezca que el Gobierno es débil en esa circunstancia. Si Zapatero no le quita a ETA el mando a distancia sobre la agenda política, las consecuencias pueden ser imprevisibles.