A las ocho de la tarde del próximo 27 de mayo se abrirán, de nuevo, las urnas de la libertad y de la sensibilidad ciudadana en Extremadura, con el resultado de los comicios municipales y autonómicos. Y que, probablemente, nos sitúen ante uno de los escenarios más complejos de la reciente historia democrática.

El país, hoy, se encuentra con una radiografía en la que el diagnóstico de la división y de la crispación se remarcan en demasía. Y con una tensión que dibuja en el rostro de sus gentes el rictus de unos posicionamientos políticos más enconados de lo debido. Lo que no contribuye, precisamente, a estabilizar el entendimiento de una sociedad, como la española, que se supo dar un impecable ordenamiento constitucional. ¿Se ha quebrado el espíritu de la transición?

Una pregunta que hoy recorre la epidermis española y que habrá que responder con las más que polémicas circunstancias derivadas del duro cuerpo a cuerpo de la actualidad nacional, donde el pulso político mantiene un tono de gran elevación.

Con el horizonte del 27 de mayo todos los observadores miran, con especial atención, al desarrollo de una jornada electoral en la que muchos votantes, al introducir la papeleta en la urna, lo harán mirando hacia el escenario de la gran batalla nacional. Y, probablemente, habrá alcaldes y concejales que serán elegidos, porque la complejidad argumental de la vida nacional así lo está demandando, en virtud de un escenario determinado y de unas circunstancias, polémicas, que se encuentran sobre la mesa.

Las encuestas vuelven a señalar al terrorismo como la principal preocupación de los españoles. Y todos, por desgracia y en el colmo de las paradojas, tenemos que ver cómo la figura de un criminal llamado de Juana Chaos supera en conocimiento nacional, a través de su chantaje y de su excarcelación, a futbolistas, a actores y actrices, a políticos. Un criminal, por cierto, que continúa sin dar muestras del menor arrepentimiento tras haber asesinado, ay, a veinticinco personas.

Al mismo tiempo retumban los ecos del atentado criminal del aeropuerto de Barajas, cuando la sociedad, envuelta en manifestaciones, deja resbalar por la frente el sudor anímico como un clamor. La calle es de todos. Y los aires de La Castellana madrileña se llenan de banderas con diferentes motivaciones y argumentos políticos.

XY, MIENTRASx, los que saben de la materia demoscópica cuentan que en Extremadura, como en todas partes, va a tener repercusión esa actualidad que se dirime en los grandes frentes que llegan, como casi siempre, del norte y, como casi siempre, con el telón de fondo de la banda criminal ETA y su brazo político.

Porque, además de De Juana Chaos, está la irracional polémica de la anexión de Navarra al País Vasco, el juicio contra Arnaldo Otegi , el debate sobre la presencia de la ilegalizada Batasuna en las elecciones, y cuyos miembros, que ya preparan por su cuenta la campaña, viven instalados en el más desafiante paroxismo mientras carecen de agallas y de moral para condenar el terrorismo. Porque si acaso se les ocurriera hacerlo saben que los gatillos etarras podrían dispararse, pero contra ellos mismos.

Más allá el sentimiento ciudadano plagado de interrogantes. Acaso porque la situación se ha tensado a unos límites que hacen contener la respiración en los cuarteles generales de los partidos. Quizás porque se está pisando demasiado a fondo, y de un modo innecesario, el acelerador de la política.

Como consecuencia el país vive sin vivir en sí, hecho un manojo de nervios. Con el deseo de que el 27 de mayo, cuando se abran las urnas de la libertad y de la sensibilidad ciudadana, el panorama se sosiegue y calme. Aunque tal y como anda el patio, con las elecciones generales a la vista no creemos que vaya a ser así. Y menos con ese protagonismo, siempre dramático, de los criminales etarras y sus secuaces.

Y es que las elecciones extremeñas, como las que tendrán lugar en todo el Estado, se configuran, voto a voto, con una excepcional importancia y trascendencia. Y si no que se lo pregunten a Vara y a Floriano que, desde hace un tiempo, están librando severas escaramuzas con dos meses de antelación para saltar al ring en la hora de la verdad.

Lo dijimos hace tiempo y creemos no habernos equivocado. La hostilidad y la presión que se ha impulsado a la política nacional va a conformar, también, una parte del voto electoral municipal y autonómico.

Y cada día que pasa los hechos nos dan un poco más la razón. Porque el hecho evidente es que los incendios no se deben de apagar con la gasolina criminal de quienes, desde la cobardía patológica, no tienen el menor reparo en segar la vida de un ciudadano ni en embadurnarse las manos con la sangre de sus víctimas.

*Periodista