El resultado de las elecciones del domingo revela la heterogeneidad de posturas de los votantes ante la naturaleza de la consulta. Bastantes o muchas personas que se manifestaron contra la guerra o contra la gestión aznarista del problema del Prestige separaron esas actitudes de esta cita local y autonómica y acabaron respaldando al Partido Popular. En algunos casos, atendiendo a la especificidad de la convocatoria, mostrando su satisfacción por los alcaldes o por la marcha de sus comunidades; en otros, defendiendo su opción ideológica conservadora por encima de aquellos enfados.

Enfrente, hubo posiblemente lo mismo: votantes de otras tendencias que fueron respetuosos con los factores locales y autonómicos que estaban en juego, y votantes que censuraron al PP por su política general.

La suma final la conocemos todos. José María Aznar, gran protagonista de la campaña de su partido, sufrió un castigo respecto a las tres o cuatro elecciones anteriores, pero la sanción fue más ligera de lo que anunciaban los sondeos previos. El Partido Popular perdió, eso sí, la mayoría en el número de votos populares, pero conserva prácticamente todo el poder local y autonómico que tenía hasta el pasado 25-M. Su único lunar sensible y visible es la Comunidad de Madrid.

Los socialistas españoles invierten tendencia e inician previsiblemente el camino, aún sin plazos, para regresar al poder. Aun así, los datos del domingo le explican a José Luis Rodríguez Zapatero que es casi imposible que una fuerza como el PP pase en una sola legislatura de la mayoría absoluta a la oposición.

Todo lo sucedido en los últimos meses, que ha sido mucho, provoca una inflexión a la baja del PP. Esa tendencia no sabemos ahora adónde llegará en las generales del año que viene, un pulso que medirá explícitamente las cuestiones que ahora han creado enfado. Pensando en ello, en aprovechar esa oportunidad, los socialistas deben trabajar aún mucho. Para pulir y concretar de una vez su mensaje progresista, para ganar solidez como equipo alternativo, y para convencer a la gente de que sus propuestas son realistas y viables dentro del actual contexto europeo y mundial.

Mientras el PSOE cumplimenta esos deberes, Aznar materializará en otoño la designación de sucesor y se enfrentará desde el Gobierno al previsible endurecimiento --todavía mas-- de las relaciones con Euskadi, a la incertidumbre internacional que provocan los modos de su amigo George Bush, a las incógnitas económicas que se derivan de la actual recesión mundial y al riesgo de que el terrorismo internacional le pase malas facturas a España.

Los meses que nos separan de las elecciones generales se presentan movidos.