WSwalvo un cataclismo, los norteamericanos y sus aliados iraquís están dispuestos a celebrar las elecciones del próximo domingo, pese a la certeza de que no se cumplirán los requisitos mínimos para asegurar la libertad del escrutinio. Además de su dudosa legalidad, como alegan los juristas que esgrimen la Convención de Viena sobre la ocupación militar de un país, los comicios amenazan con agravar el caos y la violencia en lugar de contribuir a la estabilización de Irak.

Si la invasión ha creado hasta ahora más problemas de los que ha resuelto, la tozuda celebración de las elecciones sólo servirá, en el mejor de los casos, para ahondar las divergencias entre la mayoría shií y la minoría suní. El empecinamiento de Washington por mantener la fecha del 30 de enero se explica porque es el primer paso imprescindible para retirar todo o parte del cuerpo expedicionario de EEUU. Privado de la confianza del pueblo iraquí, el Gobierno de Bush se expone a encender la mecha de la guerra civil con un escrutinio que puede acabar en una farsa sangrienta. Quizá no sea demasiado tarde para internacionalizar el conflicto de este país y evitar que la anarquía y la explosión étnica de Irak perjudiquen también a Europa.