TAt veces, cuando surge el tema de las elecciones políticas, hay algunas personas que, metiendo en el mismo saco a todos, dicen: "¿Para qué votar si van a hacer lo mismo unos que otros?". Y se quedan tan tranquilos. ¡Muy al contrario! Aún habrían de preocuparse más, movilizarse mucho más que cualquiera que esté concienciado y convencido por algún grupo político, dada la importancia de este tipo de consultas soberanas. ¿Que les parecen todos la misma cosa?, ¡pues que contribuyan a inventar otra! Que ejerzan su derecho y su deber ciudadano mojándose en esta contienda por abanderar los intereses sociales. Cualquier cosa menos situarse al margen, autoexcluirse de lo que se ha conquistado con tanto esfuerzo, con tanta lucha, con tanto sacrificio, cruento muchas veces: la soberanía popular.

Vale el voto en blanco, como actitud activa de protesta y vale aún más, si es que su escepticismo llega a la desconfianza en todas las opciones, crear la propia con los que así opinan también y ofrecerla. Pero de ninguna manera sirve el rechazo absoluto, el desprecio a todo tipo de actitud y trabajo de los grupos humanos que se organizan para presentar una oferta. ¡No saben con cuánto sacrificio, dedicación, ilusión, se movilizan miles y miles de activistas de esas organizaciones, a las que despachan con su desprecio, para hacer oír su voz y sus alternativas!

No saben cuánto trabajo de base hay tras las fugaces muestras que nos transmiten los medios de comunicación. ¿Que algunos grupos y personas bregan por sus intereses particulares e incluso mezquinos? Sin duda. Pero ahí está el arma contundente de que todos podemos servirnos: el voto que se da. O el voto que se pide cuando uno está dispuesto a presentar medidas distintas.

*Historiador y concejal del PSOEen el Ayuntamiento de Badajoz