WLw os resultados de las elecciones legislativas celebradas el martes en Estados Unidos, convertidas en un auténtico plebiscito sobre la guerra de Irak, transmiten un inequívoco mensaje de rechazo del presidente George Bush y de su estrategia en la zona, y ya se han cobrado la primera víctima en la persona de Donald Rumsfeld, que se ha visto forzado a dimitir.

El Partido Demócrata ha obtenido la mayoría en la Cámara de Representantes, pese a su incapacidad para ofrecer una alternativa unitaria, y, aunque la composición del Senado norteamericano sigue en el aire --Virginia está aún en discusión--, el escrutinio confirma el malestar generalizado y el fracaso presidencial en la pretensión de perpetuar la hegemonía de su partido. La nación conservadora que pronosticaban algunos analistas políticos desde hace algunas semanas no es, como se ha visto, inamovible y el sistema político sigue expuesto a la incertidumbre, esencia en la democracia.

Junto a la interminable guerra de Irak y elproblema conexo de la seguridad nacional, a la que tanta importancia dan los estadounidenses, los republicanos se vieron perjudicados por los escándalos, la hipocresía en la defensa de los valores tradicionales y una política económica y fiscal en favor de los ricos, con grave quebranto de las clases medias.

Más allá de los motivos locales que puedan haber influido en el sufragio, Bush se ha enajenado el respaldo de los sectores más ilustrados y sensibles de la ciudadanía por utilizar la llamada guerra contra el terrorismo como pretexto para un ataque deliberado y persistente contra los cimientos de la democracia: el sistema de ´check and balances´ (equilibrio) que protege a los votantes de los poderes exorbitantes o arbitrarios del Ejecutivo. Durante los últimos años, el Congreso, dominado por el Partido Republicano, fue incapaz de exigir cuentas al Pentágono por la catastrófica ocupación de Irak o de colocar al presidente bajo los focos de la crítica por una estrategia denostada por casi todos los países aliados.

Los dos últimos años del presidente George Bushen la Casa Blanca estarán marcados por el conflicto entre ambas formaciones políticas y algunas humillaciones, ya que el Partido Demócrata, galvanizado por la victoria, podrá investigar las decisiones más polémicas del Ejecutivo republicano.

Lo más conveniente, vistos los resultados electorales, sería que Bush buscara una salida para Irak pactada con los demócratas, pero ni siquiera la salida de Rumsfeld aleja el riesgo de que prefiera la confrontación a la conciliación, y persista en el unilateralismo arrogante y en el desprecio de la ley internacional, en cuyo caso legará a su sucesor la devastación y el dilema iraquís, una situación similar a la de Nixon con Vietnam.