Aunque desde su primera resolución en 1946 la ONU no ha cesado de impulsar el desarme nuclear, ha sido en vano: actualmente hay más de 14.000 engendros de exterminio masivo en silos y arsenales.

En 2017, 122 Estados miembros de la ONU aprobaron el Tratado de Prohibición de las Armas Nucleares, hoy absurdamente inoperante porque solo lo han ratificado 12 países de los 50 necesarios para proscribir este infernal armamento. Pero más irracional y reciente es que Estados Unidos, que debería ser ejemplo, suspendió un acuerdo vigente 32 años que limitaba la proliferación de este cruel peligro, a lo que Rusia amenazó con más y mayor horror; y mientras ambos incrementan el presupuesto que modernice sus armas atómicas, una larga lista de países con China a la cabeza, no paran de aumentar su colosal programa de expansión militar. Y debido a esta belicosa y cara sinrazón, toda la humanidad habita un planeta convertido en un inestable bidón de nitroglicerina ante la amenaza de una alocada hecatombe nuclear.