No siempre, somos la aproximación que da consuelo a lo que se espera de nosotros. Hay personas que son la búsqueda de la casualidad y el punto que concuerda con lo seguido. Creo que junto al contrasentido de lo políticamente incorrecto, se fija el instante que mueve la inteligencia y lo convierte en acción. Administrar bien lo ordinario nos garantiza vivir con entusiasmo. Durante varios días he estado leyendo ‘Ellas’ la novela de Esteban González Pons. Ahora, lo normal, sería que con audacia le hiciera la pelota al autor y dijera que es una novela cojonuda. Según veo por ahí (sonrío) muchos son las letras untuosas que se pegan junto a la admiración que no es consciente y meditada. Después de leer la novela de González Pons, he pensado (y mucho) no solo en ‘Ellas’ también en él (el autor).

Estoy segura que a muchas personas les dará fastidio ver la libertad con la que se expresa Esteban. Por desgracia, a día de hoy, la ‘decencia’ es el ímpetu de lo que por decadencia no pasa de grito. Me fascina ver que un escritor tardío reniega de la prudencia; sí, la misma que muchas veces pretende ser el valor de los debilitados por el prejuicio. Díganme qué no es potencia evocadora leer algo así: «Descansaba con la conciencia tranquila de quién posee la fuerza de la resurrección en el centro mismo de su coño». El día que lo leí, mi entrepierna se puso igual que un huracán... Junto a lo erótico (al menos yo) siempre veo el cerebro de los iniciados en las artes amatorias. Vamos, qué González Pons me puso cachonda (sonrío) y junto a su intelecto encontré la saciedad de mis fluidos. La verdad ‘Ellas’ es una novela atrevida; me ha gustado mucho, habla de las pasiones sin dramatismos, y sobre todo, no nos vende un sentimentalismo renegado y obsoleto. Creo, después de leer la novela, que el amor es música sagrada que nace en el coño. Al paso que voy (sonrío) me van a poner tres rombos en las columnas.

Escribir sin prejuicios es airear sin impaciencia los pensamientos y las ideas. Querido, Esteban González Pons: enhorabuena. *Escritora