Uno, que no cree en dioses ni en la resurrección de la carne, hace de La Biblioteca el templo donde profesa su fe y su creencia. Mañana, 24 de octubre, se celebra el Día Internacional de la Biblioteca, fecha instituida por la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil en 1997 en recuerdo de la destrucción de la Biblioteca de Sarajevo, incendiada en los últimos días de agosto de 1992, durante la guerra serbo-bosnia.

Conocida comúnmente como La Vijecnica, que significa Consejo, el edificio que albergaba la Biblioteca Nacional y Universitaria fue construido a finales del siglo XIX por el imperio austrohúngaro para ubicar el Ayuntamiento de Sarajevo. Los modelos a seguir en su construcción fueron La Alhambra de Granada y algunos palacios musulmanes, algo que no gustó a los bosnios, dado que entendían que eran vistos por el imperio como siervos árabes. A partir de 1946, después de sobrevivir a las dos guerras mundiales, el edificio se destinó a biblioteca y llegó a albergar más de un millón y medio de volúmenes, entre los que se incluían 155.000 obras raras, manuscritos e incunables de gran valor.

XEN LA MADRUGADAx del 25 al 26 de agosto y a pesar de estar señalizada con las banderas azules que indicaban su condición de patrimonio cultural, la Biblioteca de Sarajevo comenzó a ser bombardeada con fuego de artillería por las tropas serbias que asediaban la ciudad, a las órdenes de Ratko Mladic , el criminal de guerra serbo-bosnio actualmente juzgado por el el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia en La Haya. Las bombas cayeron también en las calles aledañas, a fin de obstaculizar o impedir salvamento alguno. A pesar del riesgo, quienes la custodiaban y otros que pudieron acceder al lugar, organizaron cadenas humanas para el rescate de los libros, de los que se pudieron salvar unos cuantos. Sin embargo, la intensidad de los bombardeos durante tres días, la baja presión del agua utilizada por los bomberos y la fácil propagación del fuego hicieron que, finalmente, las ventanas se reventasen y se hundiera el techo, convirtiendo en una gran hoguera de libros el edificio junto al río Miljackase.

Con este y otros sucesos del mismo tipo, luctuosos donde los haya, se acuñó a finales del siglo XX el término memoricidio , definido como la práctica destructiva de los bienes culturales de cualquier pueblo o grupo étnico, patente en la infame programación intencionada de la siembra del olvido.

La Biblioteca, a la que otros llaman El Universo, dispone en sus anaqueles el silencio del organizado ruido de las letras, excepcional recuento de lo que ha sido, es y será, farmacopea del mundo donde se encuentra remedio íntimo para todos los males y todos los pesares, fondo esmeralda de la Caja de Pandora, vórtice del ciclón humano que engulle la invención de la palabra escrita para convertirla en el libro de los libros, espacio acotado por los volúmenes cuyas páginas no tienen principio ni fin, relato de nuestros trabajos y de nuestros días.

La Biblioteca es el origen de la locura de Don Quijote. Sin ella no tendríamos este texto universal cuyo protagonista muere cuerdo tras vivir loco. Cervantes , en el capítulo VII, la denomina "aposento de los libros", y Gustave Doré la materializó magistralmente en uno de sus grabados con fantásticos seres en derredor de Alonso Quijano, quien blande en una mano la espada y en la otra un libro que le proporciona una emocionante lectura.

Uno, que tampoco cree en la vida eterna, cuida mientras vive La Biblioteca como un jardín de infinitas y variadas flores, donde riega con los ojos o con el tacto la lectura de los textos, poliniza los volúmenes mediante el ejercicio del préstamo bibliotecario a familiares, amigos y conocidos o alimenta el día a día con la compra de ejemplares particulares, arboleda donde las estaciones alternan sin ton ni son, con árboles que crecen y hacen de sus hojas plantas de escritura perenne. La Biblioteca es el hogar, la raíz, el alma, la huesa, lamento de este mundo que la ignora y alegría de quienes soñamos con un tiempo pródigo de cosechas literarias.

Hoy día La Biblioteca pierde su voluminoso lugar espacial para ser sustituida por la red de internet. Los libros, motivo de delito y persecución en Fahrenheit 451, la novela de Ray Bradbury , porque cuestionan e inquietan la felicidad de un mundo perfecto dominado por las pantallas, adoptan nuevas formas, mientras quienes habitamos en la casa de papel soñamos --como hiciera el exiliado de la Torre de Juan Abad-- en retirarnos a la paz de los desiertos, con pocos, pero doctos libros juntos, y vivir en conversación con los difuntos.