La Junta de Extremadura va a obligar a las compañías eléctricas a que vuelvan a emitir prácticamente todos los recibos enviados a los usuarios en los dos últimos meses. Una medida que afecta a más de medio millón de usuarios en la comunidad. Es la única manera de poner orden en el fenomenal embrollo en el que se han metido las compañías al decidir, por un lado, empezar a facturar cada mes y no cada dos meses como hasta ahora, pero manteniendo las lecturas bimensuales del contador. Esta decisión ha soliviantado a los consumidores por dos motivos: porque la factura no refleja el consumo real, ni por tanto el precio; y porque, en ocasiones, supone cobrar un tramo de lo virtualmente consumido con un precio superior al general, dándose casos tan asombrosos como los que aquí contaba un cacereño, a cuya suegra le habían pasado un recibo de 81 euros a pesar de que en la casa no vivía nadie.

El resultado de este conflicto es, por un lado, la lógica rebelión de los usuarios y, por otro, un descrédito de las compañías como nunca lo ha habido hasta ahora, de manera que parecería que quien tomó la decisión de hacer las cosas de este modo fuera su peor enemigo. Las compañías deberán hacer las refacturaciones y disolver con ello los recelos, pero al mismo tiempo tendrían que plantearse en lo sucesivo algo tan elemental como pasar los recibos con la periodicidad que sea, pero con el precio de la energía realmente consumida. Así se acabarían los problemas.