Las tensiones monetarias han alcanzado un punto crítico. Las devaluaciones competitivas que varios países están aplicando para crear empleo en casa amenazan con crear una guerra monetaria y comercial. Cuando el paro en Estados Unidos supera el 10% --y bien contado estaría cerca del 17%--, China crece al 10% y el déficit comercial estadounidense alcanza un récord, es natural que la presión para que China revalúe su moneda aumente.

El Congreso de EEUU acaba de votar una ley para aplicar derechos de aduana a los países con prácticas comerciales desleales, con lo que indica que hay que poner a algunos sectores de la economía americana a salvo de la competencia china basada en un yuan devaluado. Los países emergentes comprimen su demanda interior, mantienen devaluada su moneda y siguen aplicando controles a los movimientos de capitales, pero nos han permitido consumir masivamente bienes a bajo precio. Aunque para poder comprarlos hay que tener un salario y para ser consumidor hay también que ser productor. Y el consumo a crédito se ha acabado.

La inquietud no es solo americana. Europa se preocupa también por sus relaciones comerciales con China. En el 2002 la balanza comercial estaba casi en equilibrio y ahora les compramos por valor de 32.000 millones de dólares y solo les vendemos por valor de 18.000 millones. Por eso en la cumbre UE-China los europeos dijeron que les preocupa la ventaja competitiva que la debilidad del yuan representa para las exportaciones chinas. Lo hicieron procurando no molestar a quien tiene el buen gusto de acudir a Bruselas anunciando que va a comprar un buen paquete de deuda griega, como antes había comprado la nuestra en el momento en que las cosas estaban muy difíciles para España. La respuesta china fue que revaluaría el yuan al ritmo soportable para no dañar su capacidad exportadora.

XY ADEMASx Pekín nos ha explicado que, si sus exportaciones disminuyesen, muchas fábricas cerrarían y no se podría controlar la tensión social. Y si China se desestabiliza, todos saldríamos perdiendo. Y, por si no nos hubiésemos enterado, nos advierten de que los americanos también nos están haciendo a los europeos una guerra monetaria para defender sus puestos de trabajo. Lo hacen a través de las compras masivas de dólares por la Reserva Federal usando la máquina de imprimir billetes y manteniendo un tipo de interés cercano al 0%. Y, cierto, el dólar está en el nivel más bajo del año con respecto al euro y ha superado la frontera de 1,4 con la moneda europea.

Pero la historia de que si China revaluase su moneda sería "un desastre para el mundo" es discutible. Otras zonas emergentes han apreciado sus monedas y no ha pasado nada. Una evolución gradual del 10% anual sería asumible y permitiría el desarrollo de una demanda interior que extendiese a la población china el beneficio del crecimiento. El propio FMI advierte de la necesidad de que China acelere sus planes de revaluar el yuan para evitar una guerra de las monedas y un cierre proteccionista.

Pero desde que empezó la crisis, China está ejerciendo un nuevo liderazgo económico. Durante la crisis del euro se abstuvo de intervenir hasta que el euro cayó demasiado y empezó a apoyarlo. Pero sus intervenciones en el mercado de divisas obligan a los demás a hacer lo mismo. Los japoneses están haciendo todo lo que pueden para reducir la escalada del yen. Y los suizos también para que no suba su franco. Las otras economías asiáticas también actúan para frenar su moneda y no perder competitividad con respecto a China.

Esta guerra de las monedas es el reflejo y la consecuencia de desequilibrios asimétricos. Para China, la inflación es un problema. Para EEUU, el problema es la deflación. El consumo interno en China ha caído desde el 46% del PIB al 35% en diez años. Demasiado bajo, más bajo que el de la India (50%) y sus vecinos asiáticos. En EEUU supera el 70%, demasiado alto. Ese desequilibrio debe corregirse, pero los chinos podrán seguir haciendo lo que hacen mientras los americanos les necesiten para financiar su déficit fiscal y ellos estén dispuestos a seguir comprándoles sus bonos del Tesoro. Y los americanos podrán seguir haciendo lo que hacen mientras el dólar siga siendo considerado una moneda mundial de reserva cuya devaluación le costaría mucho dinero a Pekín porque cada día es más grande el montón de dólares que ha acumulado para defender el yuan. Y como China tiene controles de capitales, sus intervenciones del mercado son tan eficientes, y no es posible tomar represalias porque no hay suficientes activos en yuan que se puedan comprar para hacer subir su valor.

Los que más salimos perdiendo somos los europeos. Y especialmente los que tenemos déficits comerciales y necesitaríamos una fuerte depreciación del euro para recuperar crecimiento mientras aplicamos los dolorosos planes de ajuste fiscal y las reformas que nos permitan ganar competitividad. Por eso los europeos deberíamos impulsar un camino intermedio entre el proteccionismo y el libre comercio que pase por implantar normas ambientales y sociales que lo conviertan en un comercio justo.

*Presidente del Instituto Universitario

Europeo de Florencia.