No hace falta ser un experto en economía para darse cuenta de que una subida de 1,3% en el IPC mensual es un dato desfavorable, y más si es considerado como el inicio de un ciclo inflacionista que pudiera tener un más largo recorrido; de momento el índice interanual se ha situado en un 3,8%, casi el doble del objetivo marcado por el Banco Central Europeo. Y es que la realidad se revela a veces de una forma tan descarada que basta con asomarse al espejo de la calle para ver la fuerza arrolladora con la que el alza de los precios se apodera de los alimentos de primera necesidad.

Y como si de dos realidades diferentes se tratara, nos hallamos sumidos ante magnitudes económicas divergentes, pues mientras una fluctúa libremente por las altas esferas siderales, fiada en el buen tono de unos datos macroeconómicos y empresariales que impulsan a los índices del mercado de valores hacia cotas jamás vistas, la otra se desmorona a ras de suelo atenazada por los créditos hipotecarios y por la imposibilidad de llegar a fin de mes, y es que son los sectores más débiles de la sociedad los más susceptibles a la hora de experimentar una merma en su poder adquisitivo.

Pero esta repentina escalada de los precios no sólo perjudica a la economía familiar, sino que ocasiona un grave deterioro en el nivel de productividad, que afecta a la competitividad, a las exportaciones y al aumento del diferencial respecto a los demás países europeos, también repercutirá negativamente a la hora de establecer el incremento salarial y el de las pensiones, ya que tienen como referencia el IPC.

XLA SUBIDAx de los precios se debe a un cúmulo de circunstancias adversas, muchas de las cuales no son responsabilidad directa del Gobierno, como dejó claro el presidente en su última comparecencia en el Senado. Existen variables que se escapan a su nivel de competencia, como las directrices de política monetaria y los movimientos de tipos de interés que se fijan directamente en las altas instancias europeas. Tampoco es responsable de las tensiones geopolíticas que están detrás de las subidas del precio de los carburantes, ni del crecimiento de la demanda provocado por la irrupción en la economía de consumo de países emergentes como China o India, ni de los problemas surgidos a raíz de la escasez de cereales, debido a que parte de esta producción se deriva hacia el uso alternativo de carburantes biológicos. Ni por último, de los efectos provocados por cuestiones coyunturales de carácter estacional como los de una climatología adversa o unas malas cosechas, ni de la planificación realizada desde la UE que impone cotas limitativas a determinadas producciones.

Pero existen una serie de circunstancias que exceden a lo meramente coyuntural, y es que el aumento del precio de los productos elaborados no se corresponde con los incrementos experimentados por las materias primas, lo que significa que algunos aprovechan el río revuelto de las subidas para practicar sobre ellas un redondeo que es achacable solo a la especulación y a los malos hábitos comerciales, y que repercuten de una manera abusiva sobre el precio final de los productos. Sin pretender que se ejerza una política intervencionista sobre ningún sector de la economía, existen medios de control como la Comisión Nacional de la Competencia que debe arbitrar medidas para evitar cualquier tipo de irregularidad, levantando expedientes sancionadores como los incoados a tres empresas de móviles por practicar el redondeo en las facturaciones; porque la subida de los costes de comercialización no justifica el alza cercana al 20% que han experimentado, en cuestión de unas semanas, determinados productos de primera necesidad, y que ni por asomo se corresponden con los precios que perciben los productores.

La inflación no es un fenómeno específico o genuino de nuestro país, sino que en mayor o menor medida extiende sus alas por todas partes, pero así como el crecimiento económico en España ha estado y está por encima de la media europea, también los procesos inflacionistas son aquí más virulentos, lo que es un síntoma inequívoco del recalentamiento de las economías, cuestión que debe ser controlada para evitar poner en riesgo la buena marcha de aspectos como la producción, la reducción del déficit y la creación de empleo que tan extraordinariamente se han comportado en nuestro país a lo largo de los últimos tiempos.

El precio del petróleo está batiendo récord históricos de manera acelerada, hasta situarse en las cercanías de los cien dólares por barril, ante semejante escenario es imposible la contención de los precios, ya que un petróleo caro es el factor más distorsionador, porque ejerce una influencia negativa sobre el coste del gasóleo de automoción, lo que provoca una reacción en cadena que termina afectando a la línea de flotación de la mayoría de las materias primas, así como a la elaboración y a la distribución de casi todos los productos.

La comunidad internacional en lugar de estar sumida en un proceso de permanente letargo, deberá buscar soluciones para evitar que esta escalada en el precio del crudo continúe su camino alcista, lo que tendría unas consecuencias devastadoras e irreparables sobre la economía mundial.

*Profesor