El próximo 15 de julio se celebrará en el Palacio de la Zarzuela el bautizo de la infanta Sofía . Una ceremonia íntima y familiar, a la que asistirán los miembros de ambas familias, así como un reducido grupo de amigos de los padres de la criatura. Lugar destacado ocuparán los padrinos de la infanta Sofía, Paloma Rocasolano y Constantino de Bulgaria , amigo íntimo de don Felipe.

Un acto de carácter privado en el que podrá verse a la Princesa de Asturias, por primera vez desde el nacimiento de la infanta Sofía, ya que por no asistir no asistió a un acto tan emblemático como el del 30 aniversario de las primeras elecciones, que se celebró en el Congreso de los Diputados, y que presidieron los Reyes don Juan Carlos y doña Sofía , así como el Príncipe de Asturias.

La razón esgrimida para tan llamativa ausencia, es que la Princesa está dedicada en cuerpo y alma a la crianza de su hija, tal y como ya hizo cuando nació la infanta Leonor. Sin embargo, esta explicación que no está exenta de cierta lógica, extraña por tratarse de quien se trata. Y es en este punto donde surge la inevitable pregunta de si las princesas y los príncipes tienen o no los mismos derechos que cualquier otro ciudadano. Los mismos derechos sí, pero es indudable que no tienen las mismas obligaciones. ¿Por qué?

Porque si están donde están es porque se consideran destinatarios de una tradición familiar de siglos. A cambio, lo único que se les exige es su disponibilidad a tiempo total, y por supuesto que desempeñen su papel con toda dignidad. Un buen ejemplo para ilustrar lo que digo, es el respeto que se tiene al Rey Juan Carlos por lo mucho que ha hecho a favor de la democracia y por su decisivo papel en el golpe del 23-F.

No sé si es excesivo o no lo que reciben los miembros de la Casa Real, a cambio de su disponibilidad y de disfrutar de un estatus que está fuera del alcance de la mayoría de los ciudadanos, pero de lo que sí estoy segura es de que a la gente les gusta verles en carne mortal.

Robarle dos o tres horas a sus hijas no es pedir demasiado, de manera que no hay nada que impida a doña Letizia tener un comportamiento como el que han tenido sus cuñadas Elena y Cristina , cuando han tenido a sus hijos. Ninguna se tomó vacaciones, no porque no les pareciera que debían hacerlo, sino porque simplemente no tocaba.