Nueve meses después del fracaso del primer viaje promocional del AVE Madrid-Lleida, y tres días antes de su entrada en servicio, el Ministerio de Fomento ha conseguido que el tren funcione con puntualidad y sin sobresaltos en su viaje de presentación a la prensa. Sin embargo, durante los próximos 10 meses sus prestaciones serán simplemente las de un tren rápido.

El ministro de Fomento, Francisco Alvarez-Cascos, ha enmendado el error que se cometió al prescindir de los ejecutivos y técnicos de Renfe, que están enderezando ahora el proyecto. Pero las dificultades con que ha topado el AVE no se limitan, como alega el ministro, al retraso del sistema de señalización y a la negociación del trazado en Cataluña. Todavía no se han rebatido de forma convincente las advertencias de los geólogos aragoneses. Los AVE de Talgo, aún en pruebas, son una incógnita. Y existe la certeza de que el tren no llegará a Barcelona, y menos a Francia, en un plazo razonable. Las responsabilidades están compartidas con las administraciones catalanas y con Francia. Pero mientras el AVE no llegue a la capital catalana, el Gobierno español seguirá sin haber dado el segundo gran salto de la red ferroviaria del futuro, pendiente desde 1992.