Al contemplar lo que está aconteciendo en Cataluña, uno se da cuenta de que una parte de aquella sociedad vive aquejada de una grave enfermedad moral. Hay quien habla de reivindicaciones políticas, de enfrentamientos territoriales, etcétera. Pero todo eso corresponde solo a la capa más superficial de un problema cuya raíz es mucho más profunda, y cuyas consecuencias son mucho más graves. Una parte importante de lo que estamos viendo durante los últimos días tiene su origen en el lavado de cerebro al que se ha sometido a varias generaciones de españoles que han nacido y crecido en Cataluña a lo largo de las últimas décadas.

La escuela y la televisión han sido los principales instrumentos de los que se han servido los políticos nacionalistas para conseguir lobotomizar a una juventud que sirve de brazo ejecutor de todos los que, desde las tribunas, han pregonado que la declaración unilateral de independencia de Cataluña -esa ilegalidad flagrante- era un objetivo materializable. Pero el pasotismo, la evasión, el consentimiento, la mala crianza y la cobardía con que se ha respondido desde las familias y desde el Estado a lo que, sin duda, se estaba fraguando, también son factores que han contribuido a la penetración de la ideología nacionalista, una mentalidad añeja, putrefacta, que ha desencadenado el horror más absoluto en los siglos del pasado más reciente.

Ahora, ante la frustración que supone la evidencia de la existencia del Estado de Derecho para el corpus secesionista, todo ha adquirido un cariz profundamente violento que llega a asustar hasta a algunos de sus primeros precursores doctrinales.

Y es que, cuando se prende una hoguera y se alimenta durante tanto tiempo y con tanto combustible, luego nadie puede sorprenderse de que las llamas se propaguen, o de que arrasen con todo lo que encuentren a su paso. Para revertir la situación ya no caben los paños calientes, ni las aspirinas. La enfermedad solo remitirá bajo una intervención continuada de la autonomía, con especial énfasis en los colegios y los medios de comunicación públicos, y la deposición de todos los cargos separatistas que han participado en este aquelarre siniestro. * Diplomado en Magisterio