Me frotaba los ojos y no podía creerlo. ¿Qué hacía Pablo Casado en el púlpito del congreso del Partido Popular Europeo censurando con valor y vehemencia, cual paladín que combate el fascismo en España, a quienes pretenden levantar muros para detener la inmigración, a los negacionistas del cambio climático y a los críticos de la ideología de género mientras el auditorio, entusiasmado, no dejaba de aplaudir? Aunque echaba en falta una condena igual de firme a la dictadura franquista y a pesar de estar atónito, una atroz duda se apoderó de mi ser: ¿me habría transportado a un universo paralelo sin darme cuenta? ¿Sería el mismo Casado que en España pacta sin ningún rubor con el fascismo en Andalucía, Murcia, Madrid y Castilla León? No, nadie es capaz de darse la vuelta como un calcetín. Entonces, ¿lo habrían abducido y lavado el cerebro? ¿Habría sido suplantado por un doble? Por si acaso cambia, le daría un consejo: igual que Vox bloquea instituciones, Vox debería ser bloqueado por todos.