Son absolutamente previsibles. Los dos. No tienen ningún conejo en la chistera, ni barajas de cartas para sorprendernos con una manipulación brillante, y menos ilusionarnos. Al afrontar los asuntos económicos y la crisis, sabemos lo que van a decir en los mítines, en las entrevistas, en las reflexiones, en los debates parlamentarios a cara de perro y sonrisa hipócrita, también sabemos lo que van a contar después de los rarísimos encuentros en la Moncloa, como ocurrió en este último. Los procesos verbales de Zapatero se mueven por las coordenadas del pensamiento Alicia, habla con la ensoñación infantil de la deliciosa niña creada por Lewis Carroll para contarnos el mundo de las maravillas. Hay siempre un optimismo mesiánico en sus previsiones de futuro y espejos mágicos que le deforman el presente. Al optimismo Alicia de Zapatero, Rajoy le opone la retórica apocalíptica de Juan, ya saben, el visionario del Apocalipsis que solo profetizaba catástrofes.

Es evidente, según nos dicen todas las encuestas y las conversaciones de las calles y los bares (aquí pueden incluir las cafeterías, los restaurantes, los locales sociales, las salas de espera y una larga lista que ustedes pueden seguir elaborando, menos los campos de fútbol, allí se va a lo que se va, y nada ni nadie puede perturbar la entrega a la belleza de un gol de Messi o de Ronaldo ), que una amplia mayoría de los ciudadanos mira al Gobierno con desconfianza y teme la alternativa de Rajoy. Para Rajoy, Zapatero encarna él solito a los cuatro jinetes del Apocalipsis galopando en la dirección de Grecia. Para Zapatero, Rajoy es como el granizo capaz de arrasar con los brotes verdes que le han salido al olmo viejo y hendido por el rayo de don Antonio Machado . Con estas posturas una salida dialogada de la crisis como le gustaría a buena parte de los ciudadanos es imposible. Cuando digo buena parte es para hacer una necesaria acotación, porque en los bloques sociales de la derecha y de la izquierda hay intolerantes radicalismos que se oponen a cualquier negociación. La ultraderecha mediática asusta. Es implacable con Rajoy, al que califican de traidor por el hecho de reunirse con Zapatero, ya que Zapatero representa el Mal sin mezcla de bien alguno. Algunos se ponen muy teológicos y con los dogmas no se juega.

XEN CIERTASx teorías sociológicas se habla de la economía emocional, donde el sentimiento de esperanza contribuiría a la salida de la crisis, y la predicación del desastre empuja hacia los despeñaderos. Dicho plásticamente y con la metáfora más actual: el sentimiento de esperanza nos aleja de Grecia y la monótona predicación del desastre terminará por orientarnos hacia Atenas. Y no precisamente a la Grecia de la razón lógica o del pensamiento metafísico, ni a la Atenas creadora de la dialéctica, el arte y el teatro, ni al fermento que amasó toda la cultura de Occidente. Nos llevará o alejará de la Grecia del desatino, de la Grecia de los últimos años donde un Gobierno de la derecha, guiado por Costas Caramanlis, apoyado y apoyándose en una élite financiera y económica, se enriqueció y despilfarró a costa de la bancarrota del país. Ahora, las recetas duras, y parece que inevitables, las aplica un reciente Gobierno de la izquierda liderado por Papandreu . Es posible que sea absolutamente necesario el plan de ajuste griego, pero no cabe duda de que, conforme con la lógica de Aristóteles y su formulación de causa y efecto, es profundamente injusto, ya que, en su mayor parte, lo pagarán las clases populares que nunca participaron en el festín del derroche.

Para generar una economía emocional que derive en el sentimiento de esperanza, los dirigentes tienen que mirar cara a cara a la realidad, y que la ciudadanía perciba esa visión de realismo para comprender y asumir sus decisiones. No es el caso de Zapatero, no aceptó la existencia de la crisis hasta que la crisis nos dio por la cintura y había dejado en las cunetas del desempleo a docenas de miles de personas. Y cuando ya aceptó la presencia de la crisis, se esforzó en señalar su origen foráneo, lo cual era cierto solo en parte, porque la crisis ha tenido y está teniendo peculiaridades muy nuestras que podían haberse previsto aplicando la ya aludida lógica de Aristóteles. Pensar que podíamos seguir construyendo más casas que los tres países más grandes y ricos de Europa juntos era un disparate. Los banqueros y los analistas financieros que fomentaron tamaña desmesura con sus generosos créditos, merecían el despido y el descrédito. A los pocos despedidos les pusieron en la salida una alfombra tapizada de millones. Es claro que Zapatero no ha generado una economía emocional esperanzada, tampoco Rajoy con sus siniestros avisos. Nunca llegarán a un pacto sólido y serio para salir de la crisis. Abandonemos toda esperanza. El matrimonio, aunque solo fuera un matrimonio de intereses, entre Alicia Maravillas y Juan Apocalipsis es imposible. Los dos parecen satisfechos con la situación, ya que esperan que cada uno se cueza en su propia salsa. Rajoy, que a Zapatero lo estrangule el desastre, y Zapatero, que a Rajoy lo aplasten sus propios caballos.