La extensa entrevista con Mariano Rajoy publicada ayer por este diario es una buena síntesis de los mensajes que el candidato del PP a la presidencia del Gobierno está difundiendo durante la precampaña electoral. Ha puesto el acento en la idea de que España es un coladero para la inmigración ilegal. Sabe que en este asunto conecta con capas sociales que viven con inquietud la llegada de foráneos y, de paso, le ayuda a apartar el debate preelectoral del pulso entre el Gobierno y la Conferencia Episcopal, de la que el PSOE sale reforzado. "Mi programa no es el de los obispos", señala Rajoy, pese a que muestra su conocida oposición a los matrimonios entre homosexuales.

Visto desde Extremadura, se echa de menos un compromiso explícito del candidato popular a la hora de diseñar un plan económico especial al que la región tiene derecho. En lo que a la refinería respecta, Rajoy no se sale del guión marcado por los populares: "El futuro de Extremadura no pasa por las antiguas industrias pesadas", dijo. Tampoco profundizó en cuestiones regionales en el mitin de Don Benito. Sus alusiones a que impulsará el AVE sonaron algo huecas --por falta de concreción--, de la misma forma que su guiño a los agricultores y ganaderos.