Profesor de la

Laboral de Cáceres

Sería una frivolidad decir que añora uno aquellos tiempos en que las noticias importantes tenían una repercusión profunda y duradera entre la gente. Pero lo que sucede en la actualidad es, en mi opinión, un fenómeno preocupante: la avalancha diaria de informaciones, la inmediatez con la que conocemos cualquier cosa que suceda en el mundo, hace que todo se relativice, que cualquier barbaridad de la que tengamos conocimiento, cualquier abuso que se cometa, ocupe apenas unas horas nuestra atención antes de ser sustituido por otra novedad. Y no importa que ésta sea trascendente o mero fruto de la capacidad manipuladora de los grandes medios de comunicación. Hay una especie de epidemia de conformismo, de aceptar que las cosas son como son y no tienen remedio, que constituye un serio riesgo para la salud cívica de nuestra sociedad.

Hace apenas unos meses la población española se movilizó como hacía años no se veía para protestar contra la que se anunciaba como inminente agresión contra Irak. Las discusiones en el seno de las Naciones Unidas, ahora ya definitivamente calificables de farsa, la comedia representada en las Azores por el emperador y sus acólitos, fueron seguidas por una audiencia que salió a la calle, una y otra vez, para protestar contra lo que se avecinaba. La guerra, la mentira, el desprecio hacia la opinión pública, provocó un rechazo entre la gente como no se veía desde tiempos muy pretéritos. Pero, ya decimos, la memoria es tan floja como ilimitada la capacidad de los grandes manipuladores para adormecer las conciencias. Y que nadie nos tilde de trasnochados: ¿acaso no son los espectáculos deportivos y los programas de televisión que insultan su inteligencia lo que más atrae la atención de millones de personas, no necesariamente iletradas? ¿A qué habría de ser ello imputable? ¿O es casualidad que cuando todo un señor presidente de la Junta de Extremadura pronuncia su discurso de investidura base su intervención en que "anoche terminó el campeonato nacional de liga profesional" ¿Razones populistas? ¿Participación, consciente o no, en ese gran montaje mediático?

De modo que no hay que extrañarse de que poco después del rechazo a la guerra y posterior conquista de Irak los resultados de las últimas elecciones en nuestro país fueran los que fueron. Y de que hoy, por ejemplo, veamos prisioneros encapuchados, arrastrados por el suelo, pisoteados, tratados peor que animales, y nadie parezca escandalizarse. Como nadie parece preguntarse por el paradero de antiguos ministros, presos y desaparecidos hace meses, pese a que alguno de ellos había sido recibido por altas autoridades españolas en sus recientes visitas a nuestro país.

Hay una ley física que adaptada al fenómeno del que hablamos establecería que el tiempo que la opinión pública tarda en olvidar una noticia es inversamente proporcional a la cantidad de información que dicha noticia contiene. Ello explicaría todo. Y evidenciaría, por cierto, el derroche que han cometido quienes han distribuido por todos los buzones extremeños un lujoso folleto editado por la Junta de Extremadura cuyo único contenido es el discurso que antes citábamos. ¿No habrá mejor cosa a la que destinar el presupuesto?