Se alegra Cánovas con su abundancia de libros, aunque no sean tiempos para un desaforado trasiego, bajo el arañazo de la crisis. No obstante no cesa su pasión por ellos, que Borges sacraliza: "Podría imaginar un mundo sin pájaros, pero no sin libros". Cierto que otros prefieren pájaros, pero sin alas. El libro, que las tiene, es metáfora sensual, con tal sabor y color que es irresistible su llamada, pues, su misma portada es, a veces, una bella acuarela, que nos induce a adquirirlo.

Y es que parece que nos hablan desde su hilera preñada de casetas, al mostrarse cual platos suculentos o ricos cofres literarios; aunque también nos sorprenden por su insultante bisutería barata. Mas siempre será un festín la lectura de un hermoso poema o de excitante novela, pues, como dice el proverbio árabe, el libro viene a ser un jardín llevado en el bolsillo, y, según Cicerón , un hogar sin él no es más que un cuerpo sin alma.

Por supuesto, un ideal compañero para ir de vacaciones al Caribe, Canarias o la Costa Azul ¡Que bien conocían los frailes el valor del libro, cuando, pacientes, miniaban sus códices, o copiaban tesoros bibliográficos en la soledad del cenobio. Es un gran placer, cuando encontrando el libro que buscábamos, podemos completar ya la colección, porque siempre será un regalo oportuno, donde el amor y la amistad tienen su grata presencia, al no haber de por medio ni una brizna de interés.

Hoy el libro irrumpe en eclosión editorial, sin el nihil obstat de posguerra, por lo que producirá, casi siempre, placer para la retina, goce para el intelecto, entusiasmo ante la gesta narrada, emoción ante el primor de un relato, o fascinante novela, deleitoso poema, razonado texto filosófico. O rica mina donde ahonde el erudito y clara solución a temas científicos. Aunque engañoso y utópico, si lo que postula nunca se logra, quedándonos el amargor de la frustración. Nos producirá fervor la vida de un santo, e ilusión, si es preanuncio de una nueva vida; o rechazo, cuando es panfleto sectario, y droga, si envuelve una ideología corrosiva.

Abundan los ejemplos de los que hicieron mucho bien o fueron despeñaderos de aniquilación de pueblos y naciones. El Mein Campf, de Hitler , es paradigma de esto último; la Biblia, de ser cima creadora y trascendente, y El Quijote, de hidalguía y nobleza. Su elección, pues, habrá de ser siempre prudente.