Notario

A comienzos de los años 80 le vi un par de noches en un restaurante de Llavaneres hoy desaparecido, mientras cenaba vestido de paisano y no mal acompañado. Era una personalidad conocida y su perfil de militar recio, pero constitucionalista, expeditivo, pero disciplinado, y adusto de porte, pero vital e irónico, había trascendido.

José Antonio Sáenz de Santa María nació en Oviedo. Su padre era ingeniero de minas y él quiso ser arquitecto, pero en julio de 1936 se alistó voluntario como falangista para combatir a las órdenes del general Aranda, sublevado en Oviedo. Tras la guerra permaneció en el Ejército. Su primer destino importante fue la jefatura del Estado Mayor de la Guardia Civil, puesto para el que le eligió uno de los hermanos Díez-Alegría, también asturianos y ambos generales, que encarnaron una cierta apertura del estamento militar en la última etapa del franquismo. Sus altas responsabilidades se sucedieron y su quehacer resultó alguna vez --el 23-F de 1981-- trascendente.

En una entrevista televisiva preparada para ser emitida después de su muerte, ha legado su visión de los hechos fundamentales en que intervino, en especial la lucha antiterrorista: "no se puede acabar con el terrorismo policialmente". Y ha prodigado sus comentarios y valoraciones, duros y sardónicos, sobre diversos personajes con los que se cruzó --como Aznar, Pedro J. Ramírez y Garzón--. Sobre todo, ha reiterado la utilización obscena de la guerra sucia, efectuada por un partido político con fines electorales. Preguntado al término de la entrevista acerca de qué deseaba decir a sus conciudadanos, ha respondido que procuren "vivir sin estar crispados y sin insultarse". No es mal consejo.