Notario

Francisco Alvarez Cascos invistió de cierta solemnidad antigua el anuncio de su retirada de la política: sede oficial --la Delegación del Gobierno en Asturias--, convocatoria a los medios de comunicación, presencia de familiares y personas queridas e, incluso, la invocación de unos versos de la Epístola Moral a Fabio: "Más coronas, más triunfos dio al prudente / que supo retirarse la fortuna, / que al que esperó obstinada y locamente". ¿Por qué recordó un fragmento de este poema, hoy atribuido al capitán Fernández de Andrade, que define --quizá mejor que otro de su tiempo-- un ideal ascético y estoico muy propio de la época en que se iniciaba la decadencia imperial española? Seguro que ha querido decir algo. Alvarez Cascos es ingeniero, y todos sabemos que cuando un ingeniero hace una cita es que cita de verdad, que a ninguno le interesa citar por frivolidad.

Tal vez ha querido informarnos que, a partir de ahora --con palabras de la misma Epístola-- "un ángulo me basta entre mis lares, / un libro y un amigo, un sueño breve, / que no perturben deudas ni pesares". O quizá ha querido dejar constancia de su deseo: "Una mediana vida yo posea, / un estilo común y moderado, / que no le note nadie que le vea". Todo ello porque ha descubierto dónde reside el origen de la virtud: "Baste al que empieza, aborrecer el vicio, / y el ánimo enseñar a ser modesto; / después le será el cielo más propicio".

Lo que provoca una pregunta capital, que todos podríamos hacernos: ¿cuál suele ser la causa de una sobrevenida aspiración ascética, de la asunción de un cierto ideal estoico? Es difícil responder, pero a veces se trata del simple agotamiento de un ciclo, de la carencia de otras expectativas.