Pedro Sánchez no debe olvidar que, aunque hayan pasado 140 años desde que Pablo Iglesias fundara el PSOE, su formación, decana de la política española, es fruto de aquel legendario socialismo obrero que luchó por conquistar y preservar los intereses de la clase trabajadora. Y a pesar de que en 1979 abandonó el marxismo, su ideología se enmarca en la socialdemocracia europea que tanto bienestar procuró y que, por sucumbir a los cantos de sirena del liberalismo económico y renegar de una parte esencial de sus principios, se encuentra, justamente ahora, en franca decadencia atravesando un escuálido desierto electoral.

Si el socialismo corteja a la derecha -su antagonista natural- rogando su abstención, estará buscando la aprobación de quienes han traído más corrupción, recortes, aumento de la desigualdad y exclusión social. Si se consuma este giro, el PSOE iniciará una transformación que lo dejará herido de muerte.