Irse de vacaciones es justo y necesario, pero aunque no hay nadie indispensable, la coordinación sí lo es y así suele ocurrir que si esta falla las consecuencias son desgraciadas en diverso grado. Dos buenas pruebas de ello parece habernos deparado este septiembre feliz. Los ciudadanos cacereños que hemos tenido la suerte de disfrutar de un merecido descanso estival, al volver a casa nos hemos encontrado con que el agua del grifo que en julio no es que fuera exquisita, pero se podía beber, ahora sabe a rana cruda. Nada que no se pueda solucionar a base de encargar botellas de agua mineral en el súper, pero desagradable y caro sí resulta. Como es humana cosa el pecar los usuarios necesitados de regular hidratación buscamos un responsable. Parece ser que la culpa la tiene el bajo nivel del Guadiloba, aunque algunos se decantan por la falta de coordinación de los responsables en la perozonización. No seré yo la que culpe a nadie, sólo transmito lo que he oído en la calle, pero el Guadiloba ha tenido otras veces menos agua y esta, al llegar a nuestras casas, no sabía a batracio. Lo malo es que ahora no hablo de oídas si digo que ni el ayuntamiento sabe cuándo podremos volver a beber del grifo sin arcadas.

Mucho más sangrante y vergonzoso resulta el caso de la siniestra etarra fugada cuando el juez Eloy Velasco le concedió la libertad bajo fianza, por no haberse coordinado convenientemente con el juez Garzón . Ahora este ha puesto el grito en el cielo, pero el espectáculo amén de bochornoso nos hace desconfiar de la Justicia, del Ministerio del Interior y de la tan cacareada colaboración gala, que no presentó la documentación adecuada. No es un mero incidente ni vale con declarar ahora prófuga en todo el planeta a una delincuente que nunca debió quedar libre. Mucho tiempo, dinero y confianza malogrados. Porque para que las cosas funcionen hace falta eficacia, una vigilancia y una alerta constante, mantener el criterio y no disparatar. Es lo mínimo que debemos exigir a los poderes instituidos. Y no buenas intenciones.