Distintos análisis acerca de la evolución demográfica hacen referencia a factores tales como una mayor incorporación de la mujer al mercado laboral, un incremento del número de personas con educación universitaria (más significativo en el caso del sexo femenino, con un salto del 0,14 % al 12,96% en las últimas cuatro décadas) y un cambio en las costumbres y estilos de vida de la ciudadanía, como elementos que han tenido una influencia destacable en la disminución progresiva del índice de fecundidad (número medio de hijos por mujer, estimado en 2,1 para mantener una pirámide de población estable) en España desde la Transición política, que ha pasado del 2,77 en 1975 al 1,31 en 2017. Sin embargo, alguna particularidad tendremos para haber llegado a ser el país con el índice de fecundidad más bajo de la Unión Europea y situado entre los menores a nivel mundial. Y a qué es debido, ¿a una actitud de indiferencia creciente de la juventud hacia los niños y la adquisición de compromisos y responsabilidades familiares, o al clima de frustración imperante en unos jóvenes que no encuentran la forma de salir del nido y volar con estabilidad e independencia en uno de los espacios más desarrollados del mundo?