TEtl mayor mérito político de José María Aznar fue el de saber cómo mantener unida a la derecha española. No inventó el método. Se limitó a copiar, punto por punto, lo que había hecho Franco con idéntico objetivo desde el día en que, recién empezada la guerra civil, se hizo nombrar Generalísimo. La norma que siguió Franco era sencilla: consistió en cortar de raíz, sin contemplaciones, incluso antes de que se manifestara, cualquier actitud proclive a la autonomía que detectara entre sus cuadros y directivos. Los suyos temían al dictador casi tanto como los rojos. También Aznar inspiraba miedo entre su gente. Algunos siguen teniéndoselo.

La sociología política de la derecha, que no ha cambiado mucho desde hace un siglo, explica en buena parte ese comportamiento: el partido no es el elemento nuclear de su acción política. Es, más que nada, un instrumento. Cualquier aspirante a ser algo en el PP o en las instituciones tiene la íntima convicción de que, si se dan las circunstancias favorables, puede lograrlo por su cuenta, o con el apoyo de algunos fieles. La derecha es muy ácrata, en el peor sentido de la palabra. Y más cuando las cosas se ponen feas. Hablando con sus gentes se descubre ese sentimiento. Que es menos frecuente, o menos intenso, en la izquierda o en los partidos nacionalistas.

Mano dura con esa tropa fue el lema de Aznar. Pero solo alguien con el poder omnímodo que él tenía podía aplicarlo. Y Mariano Rajoy nunca ha tenido algo parecido. Primero, porque él no conquistó el puesto, sino que se encontró con él porque Aznar le escogió como número dos para seguir mandando él. Segundo, porque perdió las elecciones que debían haber consagrado ese reparto de funciones. Tercero, porque perdió también las siguientes y si sigue siendo presidente del PP es porque un grupo de poderosos barones regionales se coligó debido a que esa opción les convenía más que otras.

Pedir a alguien con esos antecedentes y ese escaso capital político, que lidere con fuerza la acción que el PP precisa para afrontar el aluvión Gürtel es pedir demasiado.