Esa es la nada sutil invitación que se sitúa en el «frontispicio» de entrada de Facebook. Toda una declaración de intenciones, que probablemente --en esta época de bulos virales y falsas noticias reales-- tuvo en su origen la mera intención de la red de no asustar a nuevos usuarios. Es la premisa no reconocida de (casi todo) el mundo virtual (con o sin atajos): esto es gratuito. Y seguirá así.

Aunque en ocasiones estemos tentados de pensar que detrás de todo existe un plan maestro (o, en su vertiente carne de cañón de diván, una conspiración), la realidad dicta que el factor aleatorio está presente en toda acción humana. Empresas, proyectos, instituciones, todas incluidas. Y sin ánimo de exhaustividad.

Facebook, como Whatsapp, como Spotify, nacieron y se diseñaron sin prever los crecimientos que posteriormente estas compañías han vivido. Crearon o perfeccionaron un servicio que ya existía, lo empaquetaron… y cayeron en la «trampa» del crecimiento vía gratuidad. Un modelo, lógico en su concepción, pero al que resulta realmente complicado dar la vuelta. La inercia de «no pago» es fuerte en los usuarios y se arraiga en servicios diarios, cotidianos, pero de bajo valor añadido y con claras alternativas en el mercado.

El gran reto al que se están enfrentando las compañías tecnológicas está vinculado en un alto porcentaje al «gratis para siempre». Como cualquier otra compañía, el objetivo es hacer dinero de una idea, de un proyecto. «Monetizar» es la clave, sin la cual el destino es tan oscuro como fácil de prever. Incluso sin que el producto sea gratuito: las dudas sobre la viabilidad de Tesla (muy en resumen: la compañía liderada por Elon Musk y que pretende la revolución del transporte en coche) aumentan cada día porque a pesar de la mejora paulatina de productos y ventas, el coste de producción siguen comiendo intensamente ingente cantidades de capital.

En el caso de Facebook, esta fase parece superada hace tiempo y con resultados que harán saltar de alegría a todo el mundo en su sede de Palo Alto. No sólo ha sido el pez grande en varias operaciones corporativas (compras de Whatsapp y Instagram, en 2012 en una adquisición que entonces impactaba por sus números) sino que sus ingresos crecen a doble dígito cada año (27 mil billones americanos en 2016). Datos que hablan de una solidez y la consolidación del modelo de negocio, que además busca diversificarse.

El reverso de la gratuidad, claro, no es el servicio (que es coste) sino el usuario (que es ingreso). Si el servicio es gratuito, es fácil suponer que alguien más esta sosteniendo la estructura de la compañía. Y es el usuario. Porque, en realidad, en la red la mayor parte de las ocasiones el producto es usted.

¿Cómo? En el caso de Facebook, de esos ingresos mencionados antes, más del 90% provienen de la publicidad. En la práctica, funcionan como un enorme estudio de mercado en un entorno además que el usuario no entiende como invasivo. No es una encuesta enojosa, no es la lectura de los gastos de sus tarjetas de crédito (sí, esos datos también se venden). El usuario sólo percibe una herramienta de entretenimiento, de conexión con familiares y amigos. La percepción de «patio de vecinos» rebaja nuestras barreras y así volcamos información personal. Que es por lo que cualquier compañía pagaría: saber de antemano qué tipo de producto puede vendernos.

En efecto, ganan dinero con nuestros datos. Es gratis, porque compensamos, conscientemente o no tanto. Pero no conviene rasgarnos las vestiduras: muchos sentirán que es un pago módico y que, al fin y al cabo, acceder a nuestros datos es sencillo por otras muchas vías. De las que ni tenemos pleno conocimiento (en teoría, fíjense en los accesos que conceden cuando descarguen una app) ni nos vamos a beneficiar (esto, seguro). No es mal acuerdo. Y, de hecho, tienen parte de razón.

El problema es que en ese acuerdo tácito no creo que vayan otras dimensiones de nuestra vida. La red social se ha convertido en mucho más que una plataforma en donde publicar fotografías, y refleja no pocas veces, nuestra profesión, ubicación, creencias o posición política.

Más allá de debates morales, esto tiene un reverso muy distinto que creo que no todos los usuarios deseen. Y bien mal usado, un mecanismo muy potente. Verán que Facebook intenta hacer cada vez más acciones «humanitarias» (ya hablaremos de ello). ¿Otro tipo de compensación?

No lo creo. Por muy gratis que sea el servicio. Para siempre.