A sangre y fuego, sin apenas margen para contener la respiración a tantos y tantos kilómetros de distancia, comprobamos lo que es realmente una guerra. Nada de acciones humanitarias. Una guerra con todas sus letras. Y desde Extremadura. Y con extremeños como moneda de cambio de unas relaciones internacionales que duran lo que a buen seguro un corto mandato electoral a punto ya de terminar, un suspiro para quien no tiene nada que perder. Ni siquiera, familiares. Han sido cinco los componentes de la Brigada Extremadura que lograron salir con vida de un atentado en las inmediaciones de Diwaniya. Aunque fuera ya de peligro, la huella para José Javier, Sebastián, Sergio, César y Francisco será imborrable. Si hasta hace poco se nos recordaba por activa y por pasiva que la presencia de la tropa española en Irak respondía a todo menos a una acción bélica, esta misma semana hemos sido testigos de una operación sin precedentes por parte de los soldados de Bótoa que reflejaba un escenario bien distinto: el descabezamiento de un grupo de cabecillas de la insurgencia local. La réplica no se ha hecho esperar. La tensión crece por horas. Ocho de cada diez soldados españoles en Irak partieron de Extremadura. Que nadie lo olvide. Y se han ido a la guerra. Con mayúsculas.