WEw l próximo 18 de junio, Alfredo Pérez Rubalcaba se convertirá, si nadie lo impide, en candidato oficial del PSOE a la presidencia del Gobierno en el 2012. Y nadie lo va a impedir porque las primaras lanzadas ayer van a tener un único candidato, el actual vicepresidente primero del Gobierno y ministro del Interior, avalado por aclamación por el comité federal. Aunque existe la posibilidad de que haya otro aspirante, nadie va a conseguir las 25.000 firmas necesarias. La única capaz de hacerlo era Carme Chacón y su candidatura ya fue desactivada la semana pasada con una renuncia que suena más a decisión resignada ante una petición de José Luis Rodríguez Zapatero que a iniciativa propia. Solo había que ver ayer la cara de la ministra de Defensa, todo un poema, para entenderlo.

Apostar por unas primarias que en realidad no se iban a celebrar es lo más criticable del proceso de sucesión de Zapatero, y los reproches deben dirigirse en primer lugar hacia el secretario general y presidente del Gobierno, que ha sido quien más ha insistido en una forma de elección que después se ha demostrado vacía.

Frente a quienes propugnaban un congreso para derrocar a la dirección actual, el PSOE ha optado por la solución intermedia de convocar una conferencia política. Así no se podrá decir que no se revisa y actualiza el mensaje.

Lo demás, la designación del candidato, es probablemente la mejor opción que le quedaba al PSOE, sumido en el marasmo de la derrota, la indefinición ideológica y la actuación política a contracorriente de lo que seguramente desean sus electores. Pero si alguien puede trazar una línea coherente desde el fondo de ese abismo y explicar por qué es necesaria una determinada política, ese es Alfredo Pérez Rubalcaba.

Rodríguez Zapatero lo definió ayer como un esprinter capaz de ganar unas elecciones en tan solo 10 meses y Rubalcaba cogió el guante desmintiendo que se presente a las elecciones generales para sufrir "una derrota digna" e instando al comité federal a tener las mismas ganas, seguridad y determinación de ganar como tiene él.

Pese a todo, impedir la victoria del Partido Popular en el 2012 es una tarea hercúlea, aunque es verdad que la primera condición para ganar es creer en ello. Zapatero dijo con razón que Rubalcaba es el candidato preferido por militantes y votantes, respetado por los adversarios y temido por algunos, como los etarras. Le temen también el PP y sus órganos mediáticos, que ayer se emplearon ya a fondo contra el candidato. Pero la guerra no ha hecho más que empezar, y Rajoy tendrá que librarla.